diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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Pienso mi librería como un poco más que una librería, por eso la creé con un bar, no para pasar y tomarse un café sino para sentarse a debatir sobre libros. No es sólo un comercio a la calle. Por eso programamos cursos a lo largo del año, y hacemos charlas y entrevistas. Algo a lo que le doy mucha importancia es al aspecto virtual, como forma de comunicación. Tenemos un blog que actualizamos varias veces por día, hecho no con un criterio endogámico, hablando sólo de nuestros autores, sino mucho más amplio, tratando de reflejar lo que sucede con la literatura que nos gusta. Subimos entrevistas, desgrabaciones de charlas, recomendaciones de lectura de terceros. No pensar la librería sólo como una librería, sino tratar de crear una nueva forma de vincularnos con la literatura, algo que a lo mejor recién se termine de alcanzar dentro de varios años.
Cuando pienso en los clientes de la librería pienso en clientes avanzados, en lectores de buena literatura. Cada vez más me gusta trabajar con los “fondos” de las editoriales y no con las novedades. Una o dos veces por año reviso todos los catálogos de las editoriales, que a veces son interminables, buscando cosas que me interesa para traer a la librería. Es un trabajo fino, muchas veces decepcionante, porque pedís 500 títulos y te responden que sólo les quedan 25. Ficción, filosofía, ensayos, crítica literaria son los sectores que priorizo. El 80% de los libros vendidos deben ser de ficción. Mi librería tiene segmentada la narrativa extranjera en narrativa contemporánea, con autores vivos o relativamente, y narrativa clásica, que no son los clásicos griegos sino autores como Tolstoi o Joyce. También hay una sección de orientalismo muy importante. Uno de los vendedores sabe muchísimo del tema y la fue armando él. Pero el cuerpo principal de la librería son los textos de ficción. Le doy mucha importancia a la poesía, también, a pesar de que no leo poesía (trato de armar la librería según mis gustos pero con el criterio más amplio posible. No quiero que sea la librería de Pablo Braun, porque si no entraría yo solo). Poesía es uno de los sectores mejor exhibidos de la librería, a pesar de que las ventas son casi nulas. Pero me parece que la poesía y la narrativa se complementan naturalmente.
Acá se vende muchísima literatura argentina. En nuestro caso, la exhibición en mesa es determinante. Lo que pongo en la mesa es el 70% de las ventas. Tratamos de que no sean todas novedades, aunque las renovamos continuamente.
Hoy la librería es un negocio que funciona muy ajustado. Pero es algo que quiero hacer así que asumo los costos. Empecé sin saber casi nada, hace cuatro años, y los resultados han ido siempre mejorando. Precisamente porque pienso que todavía no llegué a mi techo de conocimiento del negocio es que pienso que la librería tampoco alcanzó su punto óptimo de resultados.
El ritmo de publicación de novedades me provoca un ahogo terrible, es una carga enorme. Sobre todo para una librería como ésta, que intenta trabajar mucho más con los catálogos que con las novedades. Hay veces en que llegan 100 títulos y 98 los mando a devolución directa. Lo cual es, además, un engorro terrible, porque hay que entrar todo el material en el sistema, y después darle salida, sin que haya estado a la venta. Mucho tiempo de trabajo y costo de personal para nada. Cada vez más estoy tratando de trabajar con las editoriales comprando sólo en firme. Es negativo en el sentido de que uno tiene que movilizar mucho más dinero, tiene que comprar todos los libros. Y otra parte, si uno no recibe el servicio de novedades, se pierde cosas rescatables en cuanto a calidad, o libros que venden muy bien. Pero por otro lado, te ahorrás todo el trabajo que implica recibir lo que no querés y tenés el material mejor seleccionado.
Los libros de bolsillo los uso para completar títulos de autores. Hay algunos libros que están solo en bolsillo. Representan una alternativa válida, pero tampoco es que tengan ventas muy interesantes.
La gente entra a la librería sin saber bien qué quiere. Yo les digo a los vendedores que dejen que la gente mire por su cuenta. Por eso además tratamos de que las mesas sean amplias. Si la gente necesita ayuda, la pide, a veces con la mirada, buscando a un vendedor. Pero detesto las librerías donde los vendedores de abalanzan sobre los lectores. Y si viene algún cliente sabiendo específicamente qué es lo que está buscando, lo más probable es que no lo tengas. Pasa casi siempre.
Puse la librería en Palermo porque me gustó el local (la casa) apenas lo vi, porque quedaba cerca de mi casa y porque detesto el centro. No tengo tanto derrame de las librerías que hay del otro lado de la Juan B. Justo (avenida que divide a Palermo en dos zonas muy poco comunicadas comercialmente), donde ya había varias librerías. Como creo en los polos culturales, me parece que si otras librerías se instalaran de este lado de la avenida, el negocio mejoraría, más que repartirse.