diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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“Pioja”
Rezongado rezongo de palabra renga. Pelo y barro.
La horca... limpita. La horquilla puñalea seis veces por vez.
Puñaladas finas, bien clavadoras...¡Y a la puña!
Arado entierra y desentierra. Peine grueso y fino, suave y
liendre, piojo nomás. No saltona pulga. Roña y sangre.
La piedra aguanta, aguantaraz.
Madera, ¡já! Madera y avispas clavadoras. Una siesta basta.
¿Seguro? La carne sin revés se las arregla. Cae una gota loca.
Dos, tres... A la baba nomás mientras el río corra.
Los huesos mentirosos se desencajan. Cris, cras... Pura agua
colonia. Pelo, pelambre, pelambruna. ¿Dónde hervir el
huesito salvador?
Puta, puta calandria. Avispa del chajá. Mancha que se borra
al despertar. Cae el pelo, uña caída, cherubichá.
Al chajá montero lagunas le sobran. Al diente por diente
las lomitas. Orilla amarilla y negra. Nunca bien te veo.
Vidrio, pelo, vidrio en los ojos, polvareda.
Filo contrafilo y punta. Coleteando en la atmósfera. Ladridos.
Burro. Burro empacado. Burro lengua ´e sal. Sapo bronceado bronce.
Sopa alharaca. Tuna. Liendre lisita. No hay peine pal pelo
que arde nomás. Huracaneados vamos, aplanados todos.
¡A la que vuelva y no vuelve! Polvo empiojado.
La miel de los pelos arde. El sapo se revuelve. Dientes no se
animan. La horquilla se queda guacha.
El galope saltea el diente que falta. Cigarro que se apaga al
sol, el agua mansa sabe que va al muere, pero se olvida.
Al fin se apagan las miradas. Viudas o brujas seguirán
mirando. El que afloja de mirar es diente suelto. La piedra es
piedra. ¡Y adelante!
Fuego que pasa de largo también se olvida. Rata nomás,
rata ciega y sorda. Memoria. Hasta el cuchillo lagrimea.
A la larga afloja.
Orillas no son labios. Siempre se apartan.
Y a la última sombra se la comen los cuervos por arriba y los
piojos por abajo. ¿Se acabó la negrura? Puro cuento.
“Aire sordo”
Boca flor de buche. Una volteada no alcanza, rasca piedra, arisca
tuna. El agua se agita cuentera.
Sordo el estallido de la gota, triste derrame en la seca. Airearse,
moverse mojarse, lo otro es alambre de púa en tuna, pan con
pan...
Bordes duran si aguantan. Ni siquiera el filo, miel
guacha en la polvareda.
Silbido o respiración. Ahora somos todos sordos atropellando
a los árboles. Empollando piedras eternamente.
Y árboles mendiguean entre las piedras mientras afloja la arena
tortuga hasta que el viento arremete.
Y ya no hay sombra que valga. Las grietas nada más que en el
recuerdo. Adiós al viento salado que nunca hizo sombra.
Boca-buche. Fuego sin semillas, arena sin nada suelto.
Rascar por rascarse. Ver por ver, inútil desde mientras. Hacha
de filo cada vez más ancho, piedra al fin, boca de arena.
Quiebra que te piedra y no se oye.
Ricardo Zelarayán, Roña criolla (Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1991)
*En esta primera edición se lee: “Los poemas de Roña criolla se escribieron inesperadamente en 1984 para terminar con las vacilaciones que me impedían comenzar una larga novela aún inconclusa. RZ”