diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Una poética de las aguas: los velos y los signos
no diario, de Gabriela Milone, Córdoba: PreBanda ediciones, 2021. Dibujos de Hernán Camoletto.

Flotar panza arriba, nadar de perrito y chapucear. Lo que sucede primero es una insistencia: “no, no debo abandonar el agua: por algo ella insiste como una niña que no puede explicarse” así inicia el no diario, con esta cita de Felisberto Hernández. Nadar sin explicaciones. Arrojarse con temor y no abandonar. Flotar panza arriba, nadar de perrito y chapucear. Una primera intuición, una fórmula primigenia. Lo que sucede primero, entonces, es una promesa. Así leemos en la primerísima entrada del jueves 20:

 “Si llevara un diario, hoy anotaría que decidí aprender a nadar. Aunque pienso que será imposible vencer mi miedo al agua, si llegara a hacerlo, aquel poema de Viel que tanto me intrigó alguna vez, ahora se dejará respirar por mí, tanto miedo para tamaña promesa”. En el inicio, si es que alguna vez hubo uno, se escribe por miedo al agua, se escribe a partir de una expectativa y una promesa que se enuncia. Un inicio no está al principio sino en el medio, entre las cosas. Una escritura se inicia vibrando sobre sí misma y se desarrolla evitando cualquier orientación hacia un punto culminante. Una escritura que respira, que toma aire, se sumerge y mantiene la intriga.

El no diario tiene como tejido el agua ¿A dónde va? ¿De dónde parte? ¿A dónde quiere llegar? Todas estas preguntas carecen de sentido. Milone tiene otra manera de moverse y nadar, partir en medio de, por el medio, entrar y salir, no empezar ni acabar. El ritmo de esta escritura es aquí una dirección perpendicular, un movimiento transversal que arrastra un eco de Viel Temperley y la resonancia de tantes otres. 

El pulso de esta escritura es una anotación y una velocidad precisa, un registro sobre los días y una temporalidad, o más bien, la posibilidad del registro y las condiciones formales de la escritura. En esa zona se ubica el no diario de Gabriela Milone. En la posibilidad misma de hacer un cuaderno, de volver a escribir en esa tradición, el no diario está hecho de esa re-escritura constante, insistir sobre un legado y una herencia, o más bien, en la posibilidad de registrar una tradición, de inventarla, de fantasmear un legado. Inventar un legado, llenarlo de espectros y en esa línea, de lo que se trata es de construir un mecanismo narrativo.

El agua transparente y la cantidad de tiempo transcurrido en el arte de la flotación, son los movimientos del agua y las brazadas que impulsan el cuerpo. Una sustancia, un compuesto químico, un hedor a cloro que todo lo impregna. Lo que se escribe es una poética acuosa y gimnástica, lo que leemos en el no diario de Milone es, como escribe Francisco Hernández Galván, “una naturaleza anfibia que respira”, una escritura de procedimientos que insiste sobre la interrogación, la escritura subacuática se realiza a partir de una fórmula “si llevara un diario”. La posibilidad y la interrogación son un motor de escritura, una página que se repliega sobre sí misma, un doblez en la página que se vuelve a plegar, una escritura de procedimiento decíamos y por eso mismo, lo que leemos es un temblor y a la vez una convicción que cifra las palabras: su tono, su estilo y su forma.  

Un diario, una promesa y una intriga poética. Pero además de ese tridente, tenemos días que se suceden, nombres de autores y nombres de poetas, y tenemos una métrica que se va extendiendo. Propongo pues seguir esa cadencia métrica en lo siguiente:

Mil metros. “Viví con un miedo imposible al agua (miedo ¿al agua? ¿cómo)” entrada del domingo 3. El miedo es una recurrencia. El miedo antes que un padecimiento psicológico o un sentimiento cargado de representaciones culturales (como el temor y la incertidumbre, la debilidad y la falta de fortaleza), en el no diario es un catalizador sensible de la propia vulnerabilidad y la fragilidad corporal. Nadar por miedo, nadar con fantasmas. Nadar para conjurar ambos espectros, o desde la mecánica del cuerpo, nadar para asediarlos. 

Curiosidad de este diario, el agua y los fantasmas, el miedo al agua y el agua como materia fantasmal, de una consistencia espectral. Una constante que permanece, una función que ocupa: los espectros. Pero entonces ¿por qué los aspectos? Un primer motivo, la física del agua. La diferencia de temperatura en la pileta (afuera y dentro, frío o templado) despiden un vaho entre brumoso y cautivante, ya sea en las últimas horas del atardecer o en las primeras horas del amanecer. Y algo similar sucede dentro del agua, bucear y nadar es sumergirse en ectoplasma, en un líquido de consistencia sin lugar a dudas espectral. Sumergirse entonces en una materia espectral ensoñada, así lo anota Milone: “Para mí, hoy, la natación tiene la misma forma que la magia” y “la natación se ha vuelto un sueño”.  

Mil cuatrocientos metros. Recién, hace apenas 400 metros previos decíamos que el miedo es un catalizador sensible de la vulnerabilidad y fragilidad corporal. Esa es la cadencia rítmica de este no diario porque lo que se escribe es un ejercicio no gimnástico sino una “obsesión por el entrenamiento que le vino de Viel Temperley”, digamos, una poética acuosa anfibia que parte de movimientos corporales in-disciplinados o como escribe Milone de movimientos “que toman un cuerpo desconocido”. 

No hay domesticación, no hay pedagogía ni docilidad corporal sino entusiasmo (primero) y luego, insistencia en la escritura. Porque nadar es mantener la constancia de la inscripción de un ritmo, una física corporal de las fuerzas, una gimnástica disciplinar que regula y compone usos precisos de los movimientos. Un ejercicio de escritura que no le sigue el pulso a la disciplina gimnástica del diario, no hay aprendizaje ni rutina, su escritura no es acumulativa ni progresiva. Lo que se registra es tanto el saber nadar como la memoria de “no saber nadar de antaño”.  Lo que deja entrever el diario de Milone es una preocupación por la memoria del gesto y más aún, un cuidado por aquello que se cifra en el olvido “Nunca le pierda el miedo al agua” (anota el sábado 21). 

Mil quinientos metros pautados. Así como la escritura de Milone rehuye de la gimnástica y sus ejercicios disciplinarios, lo que encontramos en las entradas del no diario es un entramado rítmico de gestos.  

Mientras se nada los sueños se tornan más nítidos en su opacidad, no transparentes sino que, acaso se vuelven más patentes y de una intensidad mayor. En la “concentración extrema de la técnica de la brazada se me viene una frase o un título”, se nada con fantasmas (propios y ajenos), lo que aparecen son “los velos y los signos”, lo que emerge en la superficie acuosa de las palabras son susurros y resonancias. No hay “olvido del agua sino algo peor: su fantasma”. El agua es, desde el inicio de estas anotaciones, un medio fantasmal, un medio vaporoso y matérico, nadar en el agua es volver a lidiar con fantasmas: “no sé qué pienso cuando nado sí sé qué pienso mucho cuando nado y que esa singular suerte de olvido hace que no haya para mí nada más similar al nadar que soñar” (viernes 28). Una pregunta se repite, ¿y por qué, entonces, los espectros? Segundo motivo, los espectros son un índice de la memoria viva que aún permanece latente. Lo que guarda el agua es una memoria espectral que incluye el olvido y la remembranza como proceso. El agua enfastasmada de Milone está hecha de permanencias, rastros y huellas pero no como la ensoñación de los muertos que nos acechan o los varios sufrientes que nos merodean sino como carbono y fósforo, como sodio y cloro, y también por supuesto, “la natación tiene la misma forma que la magia”. 

Mil seiscientos y mil setecientos metros cronometrados. En no diario lo que prima es la insistencia en la escritura como despliegue de cosas, en estas páginas y entradas nos encontramos con una curiosa fenomenología de la lectura que funciona como un eco que reverbera o como una gota que cae en el agua produciendo estridencias. Felisberto es secundado por Viel que le da lugar a los susurros de Jean-Pierre Brisset quien anima de coraje a Al Álvarez para enseñarle a Roger Deakin para así rimar con Alicia Genovese. Lo que prima es la construcción de una sensibilidad que se arma sobre un conjunto menor, son imágenes de lo posible y lo fragmentario, son pasajes y es lo contingente que le otorgan un poder de sugestión expansivo.

En no diario nos encontramos con la entrada al agua, una tirada de cabeza, el arrojo y luego el chapuceo. Miremos esa entrada al agua, le prestemos atención al registro, miremos en conjunto las ilustraciones de Hernán Camoletto que arman composición y fórmula con los escritos de Gabriela. Observemos cómo tiene lugar una simbiosis de dos fuerzas, podríamos decir, una centrípeta y otra centrífuga. Por un lado, todos los elementos del no diario están organizados en arreglo a un centro temático, que es el acto de escritura anfibia. Y a la vez, el hecho de que conozcamos de antemano el contenido publicado previamente en formato de posts en Facebook provoca un efecto expansivo que, en definitiva, es una suma de experiencias digresivas o periféricas, un yo-íntimo-público que se construye en base a un procedimiento (se anuncia una posibilidad, de nuevo, leemos “si llevara un diario”), es una suma de anotaciones poéticas o un conjunto de lecturas que va componiendo una serie. Observemos las ilustraciones: el efecto expansivo es comparable al de un estanque en el que alguien, desde un lugar invisible, arroja piedras y nosotros solo pudiéramos detectar la sucesión de ondas que se forman en la superficie. Miremos el detalle, una vez más. Lo que vemos son líneas y círculos superpuestos entre sí. Lo que vemos también son líneas rectas que atraviesan longitudinalmente estos círculos concéntricos y que luego se desvían en otras direcciones. Las líneas están trazadas como pixeles cuadriculados y como bits de información que recorren el espacio punto por punto, línea tras línea, en una disposición de cortes fragmentarios y discontinuos. Se trata de un espacio estriado que se vuelve superficie lisa, una línea que marca una direccionalidad o un conjunto de agujeros que no hacen huecos sino que se superponen en planos de reverberación. Una capa afecta a la otra, una entrada al agua y una tirada de cabeza que producen la sucesión infinita de ondas. A propósito, una cita:  “Felisberto cuenta todo de tal modo que uno pierde interés por averiguar quién arroja las piedras y nos invita a disfrutar del movimiento del agua”. En esa cita de “Leer a oscuras”, un pequeño ensayo sobre Felisberto del escritor colombiano Juan Cárdenas, algo se insinúa respecto del interés por el quién del agua. En ese paso desde lo biográfico, esto es la composición de una vida en un diario que hace persona, en ese paso, entonces, desde lo biográfico hacia el movimiento del agua se ubica el no diario, como una insistencia en un tipo de escritura impersonal y en la construcción de un yo-íntimo-público. El agua es un modo poético de lo impersonal. Un medio líquido de densidad determinable, una cantidad precisa de acidez y cloro (cuantificado en una medición de PH), el agua es un medio y un equilibrio de pesos, densidades y moléculas en interacción. Lo digamos en otros términos, en el movimiento físico de las palabras que se adivinan, entre la aspiración, exhalación y sincronía, el agua se descubre como un condensador de sentidos, o más bien, como ebullición y expansión de sentidos. 

Dos mil metros en un estanque brumoso. Hecho de citas y afectos, el no diario está compuesto por entradas pequeñas, trabajadas en cada detalle con minuciosidad y precisión. Como un ejercicio detenido que se arma, en primer lugar, desde la memoria viva que aún permanece latente en el ejercicio de la escritura (“¿escribir es acaso nadar con espectros?”). En ese armado de remembranza y memoria espectral leemos la entrada del martes 5:

“Si llevara un diario anotaría que mi nonna Caterina hoy cumpliría años. Y que nunca supe si ella sabía nadar, pero a cambio me dejó que yo le enseñara a escribir. Lloraba, se reía y cantaba, todo al mismo tiempo. Nunca se despegó de su lengua siciliana. La guardo como mi tesoro de la infancia. Un tesoro acuático de lágrimas”

Pero el no diario se arma también desde las voces cómplices de la amistad, un trasfondo biográfico que arma una red: son muchísimas brazadas y comentarios compartidos, es un ejercicio que se arma en la complicidad de quienes comparten el nado (en particular) y el agua (en general). El no diario está compuesto, como dice Gabriela “ por esas voces sagradas de la amistad”.

 Y así es como empezábamos, “lo que sucede primero es una insistencia:  “no, no debo abandonar el agua: por algo ella insiste como una niña que no puede explicarse” así inicia el no diario, con esta cita de Felisberto. Efectivamente, el libro comienza con esa cita de Felisberto que Prebanda recupera en el posfacio (un gesto subterráneo de la amistad), un parafraseo cómplice, Felisberto apunta “No, no debo abandonar el agua” y las prebanda agregan “Nadamos, y escribimos, aprovechando esa resistencia para crear propulsión. O en todo caso, para abandonarnos al agua”. Cita de cita que se vuelve un guiño secreto, en la página final que compone un colofón, casi una reverencia o un saludo, entre no abandonar el agua y abandonarse en el agua, esa materia enfastasmada, hecha de trazos y retazos de memoria, es una espacio liminal que ensaya conexiones posibles. El no diario está compuesto, como dice Gabi “por esas voces sagradas de la amistad” y agregamos, está tramado por esa posibilidad de asistir a una comunión en el agua. 

El agua, materia enfastasmada. Ese espacio liminal es memoria espectral que compone un tipo de materialismo acuoso o una cierta materialidad ensoñada del agua. Como los seres bioluminiscentes que navegan en las aguas saladas de nuestros mares y que gozan de una extraña condición que desafía la dicotomía ontológica entre lo carnal y lo fantasmal. El agua y el espacio artificial de la pileta, es en ese mismo andarivel donde pueden convivir los espectros vivos y muertos, los pasados y los presentes. 

 

* Texto leído en la presentación de no Diario, en conjunto con la presenta de Alicia Vaggione, realizada en Una La Casa,  el martes 14 de diciembre de 2021.

 

(Actualización mayo – junio 2022/ BazarAmericano)

 

 

 


 




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ISSN 2314-1646