diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Escribo para dejar constancia: diario de cosecha
Campamento de supervivencia, de Jimena Arnolfi Villarraza, CABA, Caleta Olivia, 2021

Empiezo por la obviedad: Campamento de supervivencia es un diario poético de embarazo y puerperio. Ahora explico por qué es una obviedad: porque es un libro de poesía dividido en dos partes llamadas “Embarazo” y “Puerperio”. Y termino justificando mi decisión de empezar por la obviedad: además de los subtítulos de cada parte, el primer poema que leemos empieza diciendo “el útero es el órgano / más fuerte que tiene el cuerpo” y termina diciendo “escribo para dejar constancia”. Jimena Arnolfi Villarraza, que es nuestra poeta, mete un elefante en la habitación, y yo no puedo apartar los ojos de él. Sin embargo en esta habitación hay varias cosas además del elefante.

En Campamento de supervivencia aparecen los miedos y expectativas propios de la maternación, aparecen las figuraciones de un cuerpo que muta su forma textualmente, aparecen el paisaje y la coyuntura política. Pero todas estas cosas ingresan al poema como ingresarían a un diario íntimo: sólo cuando la primera persona que administra cuidadosamente los versos las considera relevantes. Los poemas son breves y precisos, no se andan con rodeos y por momentos su economía parece hasta excesiva. Sin embargo, sobre todo en la primera parte, “Puerperio”, la austeridad es grande pero también cumple con creces su papel. Poemas de finales contundentes reúnen, uno tras otro, las lecciones extraídas a cada paso de madre, y como la poeta no gasta en verborragia, las lecciones resplandecen.

Esa primera persona que decíamos administra los versos, también los unifica. Se hace cargo de todo lo que se dice, porque es quien registra. Y su modo de registrar es bastante particular: los fenómenos meteorológicos, la coyuntura política, los miedos y alegrías, todo aparece como evocado por un testigo inmóvil, anclado pero hiper consciente. A medida que avanzamos en la lectura del libro, con más y más fuerza aparecen las referencias al trabajo con la tierra, y a mayor aparición de los árboles frutales y las plantas de la huerta, mayor la sensación de que la voz que enuncia es una de ellas. En “La cosecha” leemos que “estos árboles tienen corazón”, y en el poema que le sigue, “Rumbo a ver”, que “Cada fruta es un logro, / el esfuerzo de la planta / que libró batallas, / lo que quiere el cielo, / heladas y plagas, / entre otras injusticias”. El gesto de aproximación se da por la aparente humanización de ese mundo vegetal que se evoca con amor, gratitud y sobre todo admiración. Pero también, esa primera persona que es pura conciencia no entra en ese cuerpo que se le atribuye, que es puro lenguaje, que nunca termina de aparecer como forma, como sí aparecen las plantas y sus frutos. Así es como madre y plantas se van mimetizando, como se construye una convergencia que tiene como eje a esa cría-fruto que deslumbra.

Hay un detalle no menor que refuerza esta idea que acabo de exponer. Al principio dije que Campamento de supervivencia es un diario poético de embarazo y puerperio, y aunque no mentí, pequé de deliberada imprecisión. Las partes del libro son “Puerperio” primero y después “Embarazo”; el orden biológico de las etapas ha sido invertido, y los veinticuatro poemas de gestación los leemos después de haber leído los treinta y ocho poemas del “estado de poesía permanente” que produce la mirada de la hija nueva en el mundo. En este caso el orden de los factores sí altera el producto, pero además nos susurra la pregunta: ¿por qué? Desde luego, no hay respuestas ciertas sino conjeturas e interpretaciones. Pero creo que podemos leer ese orden invertido desde varios ángulos. En primer lugar, como reflejo del ciclo del cultivo. En la inversión del proceso hay un gesto de apertura. A pesar de que “las cosas empiezan / y terminan”, si ponemos el principio después del final las cosas pueden continuar por siempre, repetirse en un círculo virtuoso de la vida, como la siembra y la cosecha y la siembra y así sucesivamente. Por otro lado, “La resistencia” es el nombre de un poema, y es también una convicción: “En el parto infinito / que libramos juntas / nacemos todos los días”. A partir del nacimiento de la cría, todo es nuevo, todo vuelve a tener una primera vez. Esta es una idea en la que Arnolfi Villarraza insiste a lo largo de su libro. Por último, el principio. Campamento de supervivencia tiene tres epígrafes, uno de Silvina Ocampo, otro de Marguerite Duras, y el del medio, de Alejandra Pizarnik, que dice “Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos”. Jimena Arnolfi Villarraza nos cuenta una herida sólo después de que vimos cicatriz, o podemos recuperar un poema que citamos antes y decir que probamos las injusticias ya con el dulce de la fruta lograda en la boca.


 

(Actualización julio – septiembre 2021/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646