diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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La espuma de los días

Amarillo sobre amarillo, de Pablo Natale, Buenos Aires, 17grises, 2018.

1/ En sus famosas –y mil veces citadas– tesis sobre el cuento, Piglia postulaba al género como una narración que encierra un relato secreto. “¿Cómo contar una historia mientras se está contando otra”, escribió. En su versión moderna, el cuento llevó al extremo la tensión entre las dos historias volviendo cada vez más elusivo ese relato escamoteado. El trabajo sobre la elipsis y lo no dicho funda cierta manera de construir narraciones en la tradición del cuento contemporáneo.

Por supuesto que esto se verifica en Amarillo sobre amarillo, el nuevo libro de cuentos del poeta, docente, músico y narrador Pablo Natale, editado por 17 grises. En los seis relatos que conforman el volumen hay un trabajo preciso con los engranajes de la primera historia, lo que produce en el lector una especie de ansiedad por acceder a ese segundo nivel que se insinúa todo el tiempo, incluso bajo la forma de una hipótesis fantástica. Sin embargo me interesa pensar que el efecto poderoso de los cuentos de Natale reside en que la aparente ausencia de otro relato se va diluyendo a media que transcurre la primera historia. Esa ansiedad por escarbar en los intersticios de la trama visible pronto aparece como un esfuerzo inútil. Simplemente nos abandonamos a una especie de efecto de superficie. El lector termina por preguntarse no tanto por la historia cifrada como por las derivas narrativas que se incrustan con naturalidad en el transcurso de cada uno de los relatos “como un ovillo saliendo de un laberinto completamente plano”, como dice el narrador de “Torre alta”.

Los personajes fantasean, recuerdan, se cuentan argumentos de películas o sueñan. Pero esos momentos, antes que posibilitar la emergencia de un registro subjetivo o psicológico, son maneras de bifurcar el relato hasta el punto de que no se sepa demasiado bien qué se está contando. En “Victoria”, una perfecta historia de amor y desencuentro a lo largo de treinta años, la voz que narra explicita este mecanismo de construcción del relato al aludir a las posibilidades abiertas por la misma narración: “Melie volvió a Canadá. Su padre tenía una tienda de artículos de caza, su madre era empresaria farmacéutica, su hermano, el pequeño Gavin John, era un prodigio en el disparo del arco. Años después se convertiría en campeón nacional y se casaría con una holandesa, pero esa tampoco es la historia”. Pero ¿cuál es la historia entonces? La pericia de Natale es sostener cierto armazón clásico al que se refería Piglia, pero al mismo tiempo disolver ese efecto de segunda historia, lo que le da a sus cuentos un aura extraña y por momentos impredecible.

Lo curioso del caso es que el tema al que vuelven los relatos una y otra vez, paradójicamente, es la ausencia de lo impredecible en las vidas de sus criaturas. O, dicho de otra manera, los personajes viven existencias comunes, ordinarias, en las que la aparición de un acontecimiento (incluso por la vía del milagro o de lo fantástico) no parece posible, incluso cuando la trama conduciría hacia eso. Son vidas impasibles, sobreadaptadas a sus circunstancias. Podría pensarse que la construcción tan aceitada de escenas cotidianas de gente común es la plataforma perfecta para fisurar las certezas de cierto orden del mundo, como sucede en la tradición del cuento fantástico. Sin embargo Natale no va por ese camino mil veces transitado y obvio. No polariza “la realidad” con un orden inaprensible para la razón, ni agrieta lo cotidiano con la emergencia de lo sobrenatural. Más bien, en la exhibición redundante de lo ordinario, los cuentos van vaciando de sustancia las vidas narradas hasta que eso mismo se empieza a volver inquietante para los lectores. Hay una historia principal en cada cuento, por supuesto, casi por razones estructurales, pero todo el tiempo las narraciones se abren en posibilidades resueltas en micro escenas, incrustaciones imaginarias o desprendimientos que se parecen mucho a la deriva que tiene una conversación de dos extraños que comparten momentáneamente un espacio, por ejemplo, un taxi.

2/ Los cuentos de Amarillo sobre amarillo se abren y se cierran con escenas de taxi. En los agradecimientos, Natale escribe: “A los taxistas que me llevaron a mi casa cuando no era mi casa”. La frase, antes que ingeniosa, es una de las claves del libro. Una clave lateral, casi cayéndose del volumen (de hecho es la ultima línea antes de la firma). El viaje en taxi ofrece un modelo de construcción de la trama de cada uno de los relatos: pequeñas unidades narrativas que encierran, como mónadas, encuentros fugaces entre personajes, contactos momentáneos, focos de intensidad que luego se diluyen en otra dirección, en otro viaje.

Dos mujeres se encuentran por casualidad en una pileta y empiezan a tener largas charlas telefónicas; una chica canadiense tiene un romance de verano con un argentino en un balneario cordobés; dos seminaristas fuman y conversan sobre Dios en una terraza poco antes de que uno de ellos deje los hábitos y “el tiempo le coma la cara”; un anciano padece, en una especie de duermevela, un viaje en auto con su hijo, la nuera y sus nietos; un oficinista al que todos llaman “amigo” imagina fotos y otro le cuenta argumentos de películas que inventa. Natale narra con precisión, incluso por largos períodos de tiempo, la existencia solitaria de sus criaturas. Una soledad que, de manera un poco azarosa, vira hacia encuentros con otros seres, contactos fortuitos que arrancan desde el vamos con fecha de vencimiento. Nada parece durar demasiado en el universo que proponen estos relatos, o –mejor dicho– debajo de esa pátina de “vidas controladas” y ordinarias nada parece tener una dirección fija, previsible, que le permita a sus protagonistas asumir contratos duraderos. Pero el tono en que se narran estas derivas no tiene nada de nostálgico. Por el contrario, esos derroteros parecieran constatar una y otra vez que el suelo común sobre el que se construyen los vínculos es precario y se adaptan a ello sin demasiada estridencia.

De alguna manera, los taxis de Natale surfean la espuma de los días en el sentido en que Peter Sloterdijk usa la metáfora de las burbujas para describir los espacios humanos contemporáneos. La vida en las sociedades del capitalismo tardío se parece a aglomeraciones de espumas humanas, microesferas de contacto parcial y fluido que se organizan en redes frágiles de contacto. Ya no existe una macroesfera con nos contenga, sino asociaciones de proximidad: “agregados de microesferas (parejas, hogares, empresas, asociaciones) de formato diferente, que, como las burbujas aisladas en un montón de espuma, limitan unas con otras, se apilan unas sobre y bajo otras, sin ser realmente accesibles unas para otras, ni efectivamente separables unas de otras”.

3/ Natale asume un asunto clásico de la representación: el problema de la visibilidad. Sus cuentos por momentos parecen una cámara que documenta las vidas comunes de sus personajes. “Tiene una oficina para él solo. Una habitación blanca de dos por dos parece sacada de una de esas series que pasan en televisión. Hay una computadora, conexión a Internet, un teléfono administrativo, otro interno, una mesada, una Epson, un calendario, todo sobre una mesa blanca inmaculada”. Sin embargo, el registro neutro de acciones no tiene la función de construir alguna forma de realismo, ni tampoco funciona como una manera de extrañar lo cotidiano. Antes que eso, expone en su propia configuración narrativa el problema de la producción de sentido en la sociedad de la transparencia, donde el imperativo de la máxima visibilidad gobierna la circulación de las imágenes.

En el mismo cuento de la cita, los personajes, todos oficinistas, están ubicados en mesas con computadoras dispuestas en círculo: “una idea que se le ocurrió a alguien maravilloso del directorio y que ahora hace que todos se miren las caras entre sí cuando no observan las pantallas de las computadoras”. En el micromundo de la oficina, de alguna manera se reproduce el infierno de la máxima visibilidad que parece ser la condición contemporánea. Todo tiene destino de volverse transparente y por lo tanto posible de ser incluido en procesos operativos de cálculo y de control. "El imperativo de la transparencia hace sospechoso todo lo que no se somete a la visibilidad. En eso consiste su violencia” escribió Byung-Chul Han. Una sociedad donde las imágenes carecen de profundidad interpretativa y el lenguaje se reduce a la circulación automatizada de mensajes sin ambivalencia ¿Qué problemas representa para la narrativa de ficción una experiencia sometida de manera absoluta al régimen de lo visual? Amarillo sobre amarillo parece responder a esa pregunta desde la misma construcción narrativa, con sus insistencia en la cuantificación de lo humano (“Víctor se tomaba los quince minutos de descanso en el trabajo, iba al techo de edificio (1 minuto y medio), encendía un cigarrillo, miraba el atardecer o simplemente dejaba su mente en blanco (4 minutos)”); el registro casi documental de las acciones y la estructura en loop.

4/ Uno de los grandes aciertos del libro es la construcción de tiempos narrativos en los que se impone lo ordinario, las rutinas y las vidas predecibles, sin perder interés. La repetición y la tautología gobiernan la ficción y cierta manera de asumir la estructura narrativa de estos relatos. Como si activaran un loop, los cuentos repiten palabras, imágenes, frases enteras o pequeñas variaciones que acentúan el efecto de repetición: “Víctor y Melie se conocieron en la playa, un día de intenso sol del 2006” leemos varias veces en “Victoria”. “Tengo cuarenta y seis años y me siento enjaulado” dicen varios personajes de “Mi amigo oficinista”.

La repetición no introduce una diferencia ni agrega matices, es pura tautología, señalamiento de lo mismo debajo de lo mismo: el “amarillo sobre el amarillo” refuerza los sentidos de este infierno superficial, no en su acepción de “banalidad” sino de pura exposición de una vida sin pliegues, de imágenes recortadas sobre un fondo uniforme sobre el que no se puede distinguir una diferencia. Sin embargo, los cuentos ponen en tensión esa superficie ordinaria que construyen minuciosamente con las repeticiones y el registro documental asumiendo un aire fantástico sin resolver, la presencia del misterio sostenida en el tono general de la escritura y no en algún viraje inexplicable de la trama. En “Victoria” los amantes pasajeros vuelven a sus vidas en sus respectivos países, inician otras historias aunque se recuerdan mutuamente y desean volver a verse. Cuando estuvieron juntos, los amigos del cordobés le decían “hacele un hijo y sos millonario”. Eso no pasa. Sin embargo, en los treinta años que tardan en reencontrarse ambos transitan embarazos que de alguna manera parecen estar relacionados. En otro de los cuentos, un taxista que recorre la ciudad con un cáncer en el páncreas y un joven al que su madre ha muerto y también maneja un taxi aparecen conectados en la perspectiva de la muerte. El misterio como fondo insondable de los encuentros.

5/ Los personajes de Amarillo sobre amarillo transitan la sociedad de la transparencia desde un lugar lateral. En el destello fortuito de esos encuentros pasajeros sobre el fondo de vidas que se insertan en la corriente lisa y homogénea del capital, pareciera que existe todavía una posibilidad de construir algo cercano al lazo social.

 

(Actualización julio-agosto 2019/ BazarAmericano)

 




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646