diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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La Modernidad de las primeras décadas del siglo XX, auspicia decididamente la extensión de los límites en el campo de la forma artística. Géneros, textos, imágenes y operaciones de significación disputan el territorio del lenguaje para transformar los usos políticos y culturales de la palabra. Espacio histórico donde se incluyen figuraciones de lo perceptual, lo afectivo, la cultura y la sensibilidad; se trata de modos de representar que negocian funciones y valores estéticos, para reasignar aquellos lugares del sistema que signan las transformaciones históricas, los paradigmas culturales y las formas de la subjetividad. Es en este contexto donde las transacciones artísticas entre modernismo, vanguardia y cultura popular manifiestan armonías y tensiones, relaciones en los que la exclusión y la asimilación de corrientes, definen sus movimientos en torno de nuevos horizontes en lo que atañe a sistemas de enunciación, a las firmas autorales y los nombres propios. Crónicas travestis, el libro que Mariela Méndez publica en la reconocida editorial Beatriz Viterbo, comienza con la firma estilizada de Jacqueline al pie de su columna habitual sobre gusto, moda y belleza en el periódico cubano Social, en 1926. Líneas después, la autora nos informa que esa es la cobertura onomástica de Alejo Carpentier habilitando así la posibilidad de enmascarar tanto identidades fijas como prácticas de escritura que van de la artificiosidad barroca al juego que se desliza en la fruición de la frivolidad. Méndez piensa las mediaciones que constituyen y atraviesan la lengua mixta y polémica de tres mujeres, sin que sus voces se neutralicen en la comodidad de convenciones asignadas. De esta manera, la crítica elabora el espacio donde la escritura y la lengua disuelven los supuestos mandatos previos y roles determinados, mostrando el funcionamiento de cada contexto histórico nacional, en tanto incidencia sobre los circuitos de producción, distribución y recepción. La crónica periodística será entonces una suerte de pretexto, el género discursivo que oficia de contraparte “miscelánea” a las subjetividades experimentales, fronterizas, incluso, de Alfonsina Storni, Clarice Lispector y Maria Moreno. Es destacable que en esta misma línea crítica, Méndez se aleja de la categoría de “escritura femenina” y de los apriorismos más o menos técnicos, para revisar, en cambio, aquellas operaciones que constituyen un espacio “trans” de lenguas y voces altamente productivas. Primeros años del siglo XX con Storni en el campo cultural argentino, Lispector promediando el siglo XX en Brasil y Moreno reiniciando la apertura democrática y la transición de la posdictadura argentina. Asimismo, el libro de Méndez, evita la comodidad de cualquier etiqueta temática ligada a referencias identitarias limitadas al género y la sexualidad. O mejor dicho, en todo caso, la idea de “travestismo” que elabora Mariela Méndez supera y potencia los usos de una noción que, en un sentido, se limita a la transformación del cuerpo por el artificio de la imagen. Desde esta perspectiva, nombre (rúbrica civil, heterónimo, pseudónimo) y género (testimonios y columnas encaradas con la deliberada complacencia de la distancia irónica) constituyen formas y medios de objetivar los usos políticos que se despegan intencionalmente de los anclajes más o menos tácitos. Se verá en el libro que será el nombre y el sentido identitario de propiedad o pertenencia lo que se ponga en cuestión como legado impropio. Si la función jurídica del nombre (una referencia identitaria en mayúscula que se verá subvertida por el uso y la ocasión en cada una de las autoras) es adjudicar una marca notarial al portador/a, el espacio trans se manifiesta en esa suerte de intersticio donde los binarismos se anulan para deconstruirse en una acción política. Méndez recorta su objeto de estudio sobre el periodismo y los aspectos públicos, pero menos conocidos de la actividad cultural de Storni y de Lispector, en tanto que en Moreno, la práctica de la crónica periodística es el espacio de tránsito simbólico perpetuado en la elección de la condición marginal. En esto reside el acto ético y estético de la letra, concebida como apostilla desviada del propio yo y una mirada que se propone escéptica y descentrada, tanto de funciones identitarias como de la jerarquía y devaluación de aquellos géneros considerados por su prestigio o su soporte descartable.
La cita de Jacqueline/Carpentier apunta a los detalles de una actividad cuyo encanto apunta a la coincidencia entre el objeto (la moda, la belleza, el placer) y el estilo (la tipografía ornamentada), reforzando las mitologías significantes cuyo sentido se completa con “el atavío de lo elegante”. Esta será una entrada de lectura para pensar, precisamente, el modo de hacer visible, nombres, gestos y poses que producen, potencialmente ideologemas de “lo femenino”; conceptos que ni Storni, ni Lispector ni Moreno desconocen a la hora de definirse como escritoras en relación a las crónicas, sobre cuyo estatuto cultural se abstienen de pronunciarse por elección preferencial. Las tres autoras se abstienen, sin concederle una dedicación prioritaria. Decíamos antes, Méndez se enfoca en aquellos movimientos que constituyen los inicios menos conocidos de Alfonsina Storni, quien juega las cartas de su escritura en crónicas dirigidas explícitamente a las mujeres, sin evitar el decir irónico sobre los espacios de la mansedumbre, la cordialidad y la aceptación. Con su personalidad forjada entre los bordes del éxito y la subsistencia, anclada en los extremos de sus decisiones, ser madre soltera y terminar con su enfermedad mediante el suicidio, Alfonsina se sostiene económicamente con los oficios de maestra y costurera, recursos que a su vez le acreditan parte de una experiencia para construir una voz propia. Será el periodismo la hoja de ruta que le permite a Alfonsina entonar escépticas libertades en la revista La nota –“Bocetos femeninos”–, disfrazarse en el enigmático alias de Tao Lao y maniobrar los imperativos del mercado, los estereotipos y las exigencias de La Nación. Años más tarde desde el Journal do Brasil, Clarice Lispector acentúa el tenso escepticismo de una ubicación inestable entre el decoro que el espacio permite para el circuito consumidor de lectoras (disciplinadas en la estética de la moda, la cocina, la hospitalidad doméstica y la cortesía social, recetario prescripto a las acólitas de las buenas costumbres). Si Storni ocupa su lugar y lo ironiza, Lispector y sus máscaras heterónimas (Tereza Quadros, Ilka Soares –quien fue una vedette brasileña–) se desvían incursionando asimismo en el diseño de página y la fotografía. Esa misma desconfianza materializada en las tretas onomásticas, se resuelve en María Moreno con la apropiación “cartonera” de restos discursivos procedentes de la calle y los bares, del margen y la periferia. Antes de diseñar el suplemento “La Mujer” del diario Tiempo Argentino, el periódico “alfonsina”, con minúscula deliberada y que sería una de las máscaras adoptadas por Moreno, ella fue cronista, narradora y crítica en el diario La Opinión. Fue con Tiempo Argentino donde comenzó una actividad verdaderamente feminista, donde su efecto más travesti fue la ácida creación de su columna “Señores”, contrapartida que Moreno firmaba como Juan González Carballo. Fomentando la amplia participación de mujeres lectoras en la sección “Cartas sobre la mesa”, abre también una sección central llamada “Estado civil” para incluir espectáculos, cine, libros, actividades varias; Moreno, alias de María Cristina Forero presta lugar en la sección “Edictos policiales” con los petitorios de Néstor Perlongher travestido de Rosa L. Grossman. Estos serán los edictos que constituyen la lucha y militancia de la comunidad travesti a la que María Moreno cede la palabra en El Teje. Primer periódico travesti latinoamericano. El lúcido enfoque de Mariela Méndez deja en claro las modalidades de asedio e intromisión de la ideología dominante en el panorama cultural y político, proponiendo a la crónica como mixtura de registros que increpa las categorías literarias, las taxonomías y separaciones entre géneros.
(Actualización marzo – abril 2018/ BazarAmericano)