diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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La ambición no suele convivir con la modestia. Un ensayo sobre un autor como Georges Bataille que se abstenga de fraccionar su heterogéneo corpus y que, además, no rebase la centena de páginas, puede parecer inmodesto. Sin embargo, el texto de Gasquet se las arregla para ser sutil, discreto, sin renunciar a la desmesura: intentar ceñir la singularidad de una obra impar, sin caer en los barroquismos de quienes a veces buscan hacer comprender un autor oscuro volviéndose ellos mismos más herméticos que el sujeto en cuestión; pero, al mismo tiempo, sin traicionar esa misma oscuridad. Dicho de otro modo: sin didactismos, pero sin isomorfismos tampoco, sin contagiarse de la opacidad batailliana, tan atractiva y a veces, también, tan irritante.
Georges Bataille. Una teoría del exceso es un ensayo de comprensión que quiere permanecer muy cerca de su objeto, sin aplastarlo bajo el peso de una interpretación sedienta de originalidad o ganosa de poner el sello de una prosapia determinada. El texto de Gasquet merodea el itinerario batailliano, trazando un posible mapa, indicando nudos de intensidad para el lector que ya se haya iniciado en la obra. Ni cierra en un ademán totalizador ni renuncia a la comprensión de conjunto: busca, por el contrario, movilizar ciertas nociones operativas, señalar encrucijadas de sentido que permitan orientarse en los senderos de una obra sinuosa, compleja y heterogénea. Gasquet afirma la unidad subyacente a lo heteróclito del registro batailliano. Tal unidad, que encierra una vocación de totalidad, no entra en contradicción con la multiplicidad, la metamorfosis, la diversificación genérica, la dispersión y la fragmentación de un estilo de pensamiento y de escritura casi imposible de domesticar. Muy por el contrario, la estaría presuponiendo, como en los fragmentos de los románticos alemanes.
El ensayo no es, no puede ser, una introducción a Bataille. En principio, porque entiende que no puede “introducirse” a una obra semejante sin reduccionismos. En este sentido, no privilegia una puerta de entrada. Se limita a señalar nociones en las que se anudan flujos de conceptos y se articulan campos de exploración, diversos pero que se implican uno a otro. No es una introducción, además, porque presupone un conocimiento mínimo de la obra, sin ser tampoco un texto para expertos. Es de esos ensayos ideales para acompañar el recorrido sistemático (o asistemático) de un autor.
No obstante, el texto tiene su estrategia. La introducción, los tres capítulos, la conclusión y el excurso funcionan de acuerdo a un plan, dejando entrever un punto de vista, una perspectiva, y también una situación histórica y teórica desde la que se enuncia. En relación con esto último, la introducción y la conclusión no pasan por alto tanto la “actualidad” de Bataille (un pensador que alimenta, más que los años sesenta o setenta, los años ochenta y noventa: un pensador que habla, sigue hablando, a nuestros contemporáneos) pero, al mismo tiempo, su contexto de emergencia, la prosapia de su pensamiento y las condiciones de posibilidad de la escritura de sus textos. Una de las ideas más interesante de Gasquet, quizás porque resulta contraintuitiva, es considerar a Bataille un pensador pre-estructuralista, cuando nuestro sentido común tendería a hacerlo, más bien, un pre-postestructuralista (valga el juego de prefijos que se contradicen). Sea como fuere, Gasquet sitúa el pensamiento de Bataille en la encrucijada de su siglo: un filósofo de la experiencia más que del lenguaje, cuyo último tramo de su itinerario, inclinado al estudio de las imágenes, anticipa el retorno a la reflexión en torno a ese campo después del reinado lingüisticista, que tanto ha hecho avanzar a las ciencias humanas y que tanto ha exagerado con el papel de la lengua en este avance.
Los tres capítulos seguirían la siguiente estrategia reflexiva: el método o el modo, las nociones encrucijada, y la consideración ética. “El pensamiento desnudo” analiza, a partir de un aforismo batailliano, lo que podemos llamar no sin ironía su “método de pensamiento” (o, como el mismo Bataille lo llama, “método de meditación”), lo que implica no solo su “estilo” (palabra que quizás Bataille habría desdeñado), sino también la heterogeneidad de sus registros (filosófico, literario, “científico”). El segundo capítulo, “De la soberanía”, se detiene en las nociones principales del derrotero batailliano (soberanía, gasto, sagrado, erotismo, inmanencia, risa, éxtasis), sin descuidar su problemática relación con otros pensadores (Gasquet privilegia en este punto la ascendencia filosófica: Hegel y Nietzsche). Se intenta, de modo persuasivo, no una fijación de los conceptos, sino más bien una mostración de la dinámica de las nociones, su mutación y su modo de articulación. En el tercer capítulo, “La voluntad de exceso”, se considera el pensamiento batailliano en sus consecuencias éticas, y quizás políticas, atendiendo a una cuestión fundamental: la voluntad del francés de considerar cada esfera de exploración como un campo no autónomo, sino siempre en correlación con el hombre como totalidad (aunque esa misma exploración lleve a cuestionar la noción misma de “hombre”). Como lo dice en El erotismo: considerar el fenómeno no solamente en la esfera de la sexualidad y del amor, sino en relación con la economía y con la historia de las religiones. Esa vocación de totalidad que atraviesa los intereses heterogéneos, y el modo en el que ella se piensa no como una mera especulación sino como un modo de vida, que implica una ética y finalmente una política, es un paso en el gesto interpretativo que debe ser realizado, sobre todo para situar la tentativa batailliana en el horizonte de acción de su época (y desvincularlo de otras posibles relaciones, o malentendidos, como se ha prestado con el mismo Nietzsche, por ejemplo, considerar su pensamiento como cómplice o justificativo teórico de los totalitarismos y de los fascismos).
El excurso, “Literatura y abyección”, elige un desvío que implica las preferencias del autor del ensayo, esto es, la literatura y el legado batailliano sobre la reflexión en torno a lo abyecto, tópico de larga data que encuentra en su obra una formulación singular que posee, de nuevo, toda su vigencia. El apartado es al mismo tiempo una consideración sobre la literatura de Bataille y su relación con otros escritores de la época, esa literatura que, en las décadas que van del veinte al cuarenta (es decir, en la pre-guerra), indagó, con una ética en las antípodas del compromiso sartreano, todos los aspectos de la humanidad expulsados para erigir la cultura y la civilización, conjunto de elementos y de prácticas que constituyen lo abyecto. El desvío es, entonces, aparente: como crítico literario, Gasquet propone una clave comprensiva que conecte la literatura de Bataille con su pensamiento (si la distinción genérica es pertinente: en todo caso, es provisoria), conexión que no es meramente (o solamente) temática, sino que expresa una concepción del arte y la literatura que posiciona al mismo escritor frente a su momento histórico. En este sentido, Bataille, como Blanchot, fue ferozmente consecuente con su pensamiento, y su vida no puede separarse de su obra, consecuencia que rubrica su tentativa y lo devuelve a su tiempo como testimonio de época pero también como oráculo del nuestro.
Finalmente, los dos Anexos del libro proponen al lector en lengua española textos de Bataille nunca traducidos: la “Carta a René Char sobre la incompatibilidad del escritor” que, a pesar de no ser mencionado en el excurso, se lee oblicuamente en conexión con éste, y una serie de ensayos breves, heterogéneos, que pueden funcionar también como una “muestra” (otra palabra antipática) que, en un última instancia, podría ser útil al lector no iniciado, pero que constituyen pequeñas gemas para el que ya se ha sumergido en la obra del último gran “místico ateo” de nuestro tiempo.
(Actualización marzo-abril 2016 / Bazar Americano)