diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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El monstruo de sí mismo. Desdoble, bilocación y ecolalia renga
Vida de un gemelo, de Santiago Venturini, Rosario, Iván Rosado, 2014.

Tanto el epígrafe de Giannuzzi como la foto adosada a los datos biográficos, confirman lo que el texto dice. Un único sujeto de enunciación que se desdobla, y para ello despliega un conjunto de recursos que implican una voz cantante que siempre está en la línea de fuego, y otra voz más relegada, adjudicada al otro, al hermano (gemelo). No son dos, es uno desdoblado. Cuando se le cede la palabra al otro es a través del discurso indirecto, y en contadísimas excepciones el discurso directo, cual iceberg, nos permite escuchar a ese otro yo.

El propio título Vida de un gemelo utiliza el artículo indeterminado “un”, indicando una sola presencia, o mejor dicho la opción por una de esas vidas gemelares. Y esa opción, como la opción preferencial por los pobres de la Teología de la Liberación, es por el hermano raro.

En un juego de compensaciones, la voz cantante lleva el peso del relato, pero el protagonismo excluyente de lo narrado lo tiene el hermano díscolo. Efectivamente, como en Celeste, siempre Celeste (telenovela con Andrea del Boca), o como en The dark half de Stephen King, o como en Los meteoros de Michel Tournier; en este libro Venturini da vida a un “gemelo malvado”, el doppelgänger del yo lírico.

El “gemelo malvado”, tal como nos recuerdan algunos archivos de divulgación en internet, es un personaje utilizado frecuentemente en ficción, sobre todo en telenovelas y en la literatura fantástica. Un gemelo malvado es idéntico a un personaje existente, excepto por una moral invertida, lo que lo convierte en malvado. Allí pululan ideas como transformación, clonación, universos paralelos, bilocación y viajes a través del tiempo. Algo así como el concepto junguiano de sombra. Los gemelos malvados permiten a los escritores comparar los valores y opiniones de sus personajes no con otros, sino efectivamente consigo mismo.

Sabemos que los gemelos son idénticos, pero los gemelos de Venturini se desmarcan de la gemelaridad exhibiéndose como un par de opuestos. Un eco que viene deformado, por eso, ecolalia renga. La ciencia acude en mi ayuda. Los gemelos monocigóticos pueden desarrollarse de manera diferente, debido a los diferentes genes que son activados. Un caso inusual es el de los "gemelos semiidénticos". La hipótesis es que estos gemelos se producen cuando un óvulo no fertilizado se divide en dos óvulos adjuntos idénticos, que son viables para la fecundación. Ambos óvulos clonados luego son fecundados por espermatozoides diferentes y los huevos unidos experimentan las duplicaciones celulares desarrollándose como un blastómero quimérico. Si este blastómero experimenta un suceso de gemelación, dos embriones serán formados, los cuales tendrán diferentes genes paternos e idénticos genes maternos. Esto da como resultado un par de gemelos con idénticos genes del lado de la madre, pero genes diferentes del lado del padre. Justamente, en este libro es el padre muerto quien divide las aguas: “Una vez vimos/ –él dijo que vimos–/ a nuestro padre muerto/ del otro lado de la cortina de plástico”.

¿Pero es una sola persona o son dos? La cáscara de la letra nos indica que se trata de hermanos gemelos; pero insisto en pensar que ese otro hermano no existe, a no ser en la mente del sujeto de enunciación. ¿Será que ese desdoblamiento es una muestra del don de la bilocación? Como San Martín de Porres, el santo peruano, que sin salir de Lima, fue visto en México, en China y en Japón.

Acá el gemelo malévolo tiene sexo con hombres desconocidos, mientras el otro se queda en la pieza de al lado como espectador. Duermen en la misma cama de dos plazas: una nave nodriza.

Algunas ideas e imágenes se repiten. Por un lado, la vida acuática, remedo del útero compartido, ahora no es terreno fértil para los hermanos: “No quiso volver:/ nuestra vida acuática duró menos/ de un mes”. El agua también puede ser el escenario de un crimen imaginario: “Es una broma, me dice,/ pero por su excitación sé/ que sería capaz de hacerlo:/ se apoyaría en la baranda/ con su corazón disparando sangre/ para verme pegarle al agua”. O puede ser el ámbito de un devenir homoerótico retrofuturista: “Algunas veces nos bañamos juntos./ Cuando éramos chicos/ me enseñó a teletransportarme/ desde la ducha:/ cerrás los ojos bajo el chorro,/ te tapás los oídos,/ y el ruido del agua pegándote en el cráneo/ te lleva a algún país oriental/ en el que la lluvia lustra unos monte”.

Otro tema que se repite es el de los súper poderes. Este know how de historieta, no es un saber que se posee, sino que es una gracia que se recibe como el Espíritu Santo, una visita circunstancial que engalana al gemelo malévolo cual Robocop. Súper poderes que tienen un esplendor momentáneo, para luego decrecer y diluirse. El bien y el mal para él son intercambiables: “La electricidad estática/ es un arma subestimada…../De un día para el otro/ su poder desapareció:/ parados en la cocina/ intentaba desmayarme/ apoyando su mano en mi frente;/ ya no sentía nada./ Después dijo/ que se había cansado de hacer el mal”; “Empezó con un dolor de cabeza/ –siento una interferencia,/ me decía–/ y de un día para el otro/ se transformó en una especie/ de radar humano”; “Recuperó la percepción convencional/ pero ahora/ tengo la nueva tarea de vigilar/ todos los cuchillos de la casa”.

La naturaleza juega un papel preponderante ya sea como lugar de desplazamiento metonímico, o como instancia deleuziana para devenir animal: “Tapado con unas sábanas transpiradas,/ alucinamos:/ veíamos a las ratas treparse a las almohadas/ y apoyar su hocico frío en nuestra frente/ para medirnos la fiebre”. O bien: “La laguna esconde algo/ […] Lo encontraron varios kilómetros/ arriba,/ hinchado y mordido/ por palometas,/ después de haber probado/ la dura vida de las sirenas”.

La dicotomía civilización (hermano abnegado y domesticado) vs. barbarie (hermano malévolo y salvaje), funciona como un espejo de doble vía, convexo o cóncavo, según convenga. La voz civilizatoria opera como tía gazmoña y censora, mientras que el bárbaro reverbera y se solaza en la autonomía ubicada en el más allá de los bordes de la racionalidad. El gemelo malévolo le dedica –como diría Rubén Darío– varios versos envenenados a su otro yo: “De vez en cuando,/ cuando se pone melancólico,/ lo veo meter la cabeza en el tacho/ de basura/ como buscando revivir algo/ de esa época dorada”.

“En una óptica/ se probó varios pares de anteojos/ pero no compró ninguno./ […] Voy a ser horrible,/ me dijo./ Por suerte vos también”.

Los libros se empiezan a escribir mucho antes de que aparezcan sus primeros versos. En su libro anterior: El espectador, Venturini ya anunciaba el pre-armado del gemelo malévolo. Prueba de ellos son los poemas “vidas paralelas” o “teratología”, que abre con los siguientes versos: “Más allá de la contradicción estética,/ es imposible vivir con dos cabezas:/ mientras una consulta el pronóstico / la otra bosteza / porque la actualidad es aburrida”.

No sólo el contenido importa, sino que lo formal –en especial lo prosódico- tiene un tratamiento específico, sobre todo a través de los cortes de verso milimétricos que le otorgan un ritmo –en tanto duración de los sonidos– imbricado perfectamente con el humor corrosivo que destilan todos los poemas. Ese humor tiene la tensión justa como para no aflojar del todo la tuerca del mecanismo poético.

Vida de un gemelo es poesía que se lee como una novela de terror gótico. Comparte un mismo tono y recursos similares con el libro del mexicano Luis Felipe Fabre Poemas de terror y de misterio, donde pululan zombis, vampiras y espiritistas; y cuya fórmula para digerir la irrespirable realidad es convertir el horror en carcajada.

En Vida de un gemelo el doble pone en escena lo siniestro y lo despliega a modo de exorcismo y liberación. Los lectores agradecidos, ya que podemos deambular por el patio trasero de la identidad a través del murmullo estereofónico que nos propone el autor.

El juego del doble y el si mismo, de la diferencia y la identidad, del tiempo que se repite y que queda abolido, de la palabra que se desliza sobre sí misma para decir otra cosa distinta a la que enuncia. En definitiva, este potente e imprescindible libro de Venturini, confirma los poderes desdobladores del lenguaje, y en especial de la poesía.

 

 

 

(Actualización marzo - abril 2015/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646