diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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En los últimos meses se ha escrito bastante sobre la novela Canción de la desconfianza de Damián Selci. Entre otras cosas, se ha dicho que es uno de los libros más interesantes y originales de los últimos años, que su tono tiene algo de Marechal, de Marcelo Cohen, de ambos Lamborghini y hasta de Michel Houellebecq. Por su parte a Selci se lo ha acusado de ser mesiánico, estalinista, camporista y de no cumplir con las demandas literarias que él mismo promulga desde la revista Planta, de la cual es editor. Estas críticas parecen sintonizar perfectamente con la “desconfianza” presente en el título de la novela. Pero, es tal vez en el primer sustantivo de su paratexto donde convenga detenerse.
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Imaginemos que Damián Selci, se encuentra en un escenario de un bar donde se canta karaoke. Selci da dos o tres pasos, tapa con la mano la luz del reflector, advierte aliviado que entre los concurrentes hay un par de conocidos. El animador le pregunta si está listo. Él carraspea y luego responde que sí. Entonces comienzan los primeros acordes instrumentales…
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El núcleo argumental se resume en una frase: el protagonista, llamado Styrax, decide secuestrar a un joven burgués, al que denomina “Esclarecido” con el propósito de reducarlo. Pero la unidad de sentido del texto trabaja sus capas con estudiada premeditación. No parece haber a lo largo de sus 154 páginas ni una gota de espontaneidad. Todo está fríamente calculado.
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No hay que restarle méritos al andamiaje textual que propone. Se reconoce rápidamente que Selci maneja la paleta de recursos literarios actuales y que además sabe colocar esas piezas al servicio de un relato.
Sus puntos recurrentes podrían ser enumerados en el siguiente inventario:
a) Una voz narrativa precisa, pero con la precisión robótica de un artefacto. Es tal vez en el tratamiento de la información que aporta donde más se apuntala el procedimiento, ésta aparece enunciada brevemente, cortante, como si fueran un link de Wikipedia: “Nuestro Esclarecido vive en la época de la droga”, “Esto es Liniers, miércoles a la noche, bar de colectiveros”. Ahora bien, resultaría claramente caprichoso desconocer que en tanto procedimiento, esta decisión es una indagación estética. No obstante, aparece como una búsqueda más caprichosa que el hecho de desconocerla, porque tiene como resultado el no lugar de una voz que se escabulle en la escena con un “nuestra”, con un “esto”, para desaparecer en la nunca explicitada valoración escueta. Se percibe además la búsqueda de cierta filiación con cierta voz narrativa presente en Osvaldo Lamborghini.
b) Tal vez el resultado sea la incesante apelación a denominaciones estereotipadas. Son como slogans de pocas palabras que resumen el carácter de los personajes o de los grupos: Esclarecidos, Labiosuelto, los Empecinados, La Banda Independiente, el dentista histórico. Categorías que se articulan desde la ciencia ficción como género, pero apelan a la moraleja redentora como efecto de lectura.
c) Hay un interesante trabajo de cambio de focalizaciones, sobre todo entre la de Styrax y la del Esclarecido, pero también aparecen las de otros personajes. Los pasajes por lo general se dan de manera ordenada, con una explícita introducción y cierto aire cinematográfico, gracias a una premeditada sucesión de planos donde se abunda en referencias espaciales. Resultan un ejercicio rescatable, ya que se encuentra a tono con la perspectiva de polos opuestos que tematiza la novela. El recurso se profundiza a partir del uso de preguntas pensadas por los protagonistas: “¿Hay razones para desconfiar de la cara del mozo, de los botellones de cerveza traídos de Europa? Quizás.” “¿Conviene la explicación por coacción o por argumentos?” “¿Nunca voy a estar fofo? ¿Nunca comedido?” Parecen, además, cumplir la función de atenuar esa distancia que genera la voz narrativa, como si quisiera hacer un zoom en esos personajes que mostraba en planos generales.
d) El uso esporádico pero estable de onomatopeyas abre un vínculo hipertextual con la historieta. Parece estar allí para mostrar –una vez más– la variedad de la paleta de recursos. El resultado –en contraposición del uso solemne de técnicas narrativas– es uno de los puntos mas descontracturados de la novela. “Styrax camina dos cuadras, toca una baldosa levantada y se va, prráafck, de boca al piso”
e) Las referencias recurrentes a los ambientes naturales contraponen una “zona realista” al suceso diseñado en términos inverosímiles. Aparecen en forma constante descripciones pormenorizadas de los espacios y acentos en elementos de la cotidianeidad de personajes que parecen estar por fuera de toda cotidianeidad. Están allí como marco general, pero también como elemento dialógico entre el hombre y aquello que no depende de él. Constituyen un sistema paralelo de causalidades: mientras la historia de los sujetos va por un lado, en el mundo natural los objetos siguen su curso. “El viento sopla con prepotencia”, “En el patio cálido cae una palta madura” “Tres facturas llenas de azúcar bajo la luz empinada del sol: brillan” “las olas se entrelazan y reentrelazan dejando unas crestas de espuma pesada”.
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Volvamos a la escena inicial: Selci, micrófono en mano, ayudado por la letra que aparece en la pantalla, hace karaoke. Su novela parece establecer esa misma relación con sus influencias literarias. Es cierto, hay algo de Osvaldo Lamborghini, pero en otra fase.
Allí donde Lamborghini, hacía estallar desde lo estético y desde lo temático los aspectos que vuelven una y otra vez repulsiva a la lógica burguesa, Selci utiliza los procedimientos formalmente transgresores de la literatura contemporánea para armar una efectista moraleja social. En este sentido Canción de la desconfianza es punk en karaoke.
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En una carta que en 1980 Fogwill le enviara a Germán García se lee una de las típicas frases filosas del autor de Los Pichiciegos: “Tendrías que leer mis últimas novelas para ver qué diferencia hay entre la literatura escrita con placer para el goce de leer de los que saben, de la escrita con malestar para el sufrimiento de los que creen leer y no saben que hay goce”. A estos últimos parece estar dirigida Canción de la desconfianza.
(Actualización septiembre-octubre 2012/ BazarAmericano)