diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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“Hoy un juramento, mañana una traición… por un mirar que ruega perder la quietud…”: rabia y novela o el paciente destilado de la bronca

Tiene que ver con la furia de Andrea Stefanoni / Luis Mey. Buenos Aires: Emecé, 2012.

“Una suite urbana del amor” dice una voz anónima en la contratapa de este libro. “Por la controlada furia de la escritura, productiva venganza” dice Silvia Molloy en la misma contratapa. “No vemos las cosas como son, vemos las cosas como somos” dice Anaïs Nin en el epígrafe que abre el relato de a dos que construyen Andrea Stefanoni y Luis Mey. Dos autores para un relato que son dos historias con poco y mucho en común, según como se miren. Los personajes apenas se cruzan, sin embargo ambas historias rondan el mismo hueso: dolor y escritura, dolor por desamor, más precisamente, y escritura. Pero, “por suerte, como ahora”, convertida en revancha, una oportunidad definitiva.

“Escribo y dejo. Suena el celular. Es Celeste, como siempre. No tanto como antes, pero sí: ella. Antes diez veces, hoy dos. Las veces por día que me llama. Antes me pedía más, que la llamara más. Después la llamé, y me atendió. Ahora la llamo tres, me atiende una. Las otras dos, me dice, estaba estudiando. La entiendo”. Así se inicia esta novela: en la concentración de una historia de amor que, como se dijo, obviamente, convendría llamar de desamor. Porque es el desamor lo que inquieta, perturba y duele. En cualquiera de sus formas. En definitiva, un historia como cualquier otra. Sin duda. Pero, lejos del lugar común -casi con alegría puede decirse- el regreso de la literatura. Si alguien, varios, hablaron del fin, del término de la literatura, su agotamiento, su diferencia en cuanto a lo que entendíamos por literatura –aunque en definitiva cada libro siempre es diferente: lo que cuenta, sus tapas, sus modos de circulación, sus usos–, Stefanoni y Mey, libreros ellos, van decididamente al encuentro de la literatura… y la traen de vuelta a esa indisciplinada revoltosa para regocijo de los lectores.

Una novela, dos novelitas, dos nouvelles entretejidas a cuatro manos o a cuatro agujas, como se tejían antes las medias. Las historias, banales por cierto, de un yo, Luciano, y otro yo, Sofía, alcanzan tan siquiera a cruzarse entre libros, los de la librería en la que los dos personajes trabajan. Dos historias sobre la ausencia del amor, con minúscula. Vidas comunes, sin demasiadas ambiciones, un poco tristes –la vida no es color de rosa: a veces se muere una madre, a veces se puede perder la vida en un tonto viaje de colectivo, de tren, de un segundo colectivo tan solo para ir hasta el trabajo, a veces se conoce gente y rápido se la desconoce; a veces, un perro o una perra es el único amigo verdadero–, vidas hartas de esta vida pero que, con todo, todavía, apuestan a seguir viviendo. ¿De qué manera?

Sin declaración de principio, sin estridencias, sin indicaciones o instructivos de lectura, sin discursos políticamente correctos –antes se decía “bien pensantes”–, sin política barata, Luciano y Sofía, se desquitan, ambos, escribiendo. Posiblemente, tal vez, como lo estén haciendo los autores de esta novela ante nuestros propios ojos. Casi siempre un capítulo, un aparte cada uno. Alguna que otra vez, hacia el final, dos capítulos seguidos para que el mismo personaje cuente lo que debe terminar de ser contado. Difícil saber, a todo esto, cuál capítulo escribió cada uno de los autores. Hay una historia de la chica, personaje femenino, y una historia del muchacho, personaje masculino. Como lectores comunes que al final siempre somos, podría suponerse que cada autor habría escrito lo que corresponde a su sexo. Puro prejuicio convención mediante. En estas historias de amor y desamor, si hay algo que se juega es, precisamente, una cuestión de sexo. Pero, en definitiva, un problema a medias. Todo depende cómo se mire y la dimensión que quiera dársele a la cosa. Ya lo dijo Anaïs Nin en el epígrafe y ahí se entiende la dimensión de lo que dijo. También la dimensión de quién lo dice. Es evidente que los personajes, que apenas cruzan alguna que otra vez una mirada cómplice en el lugar de trabajo o se acercan un cigarrillo en la vereda o se hacen un favor, algo tienen en común. También lo tienen con los autores de esta novela. Lo común en todos ellos, lo más común de este mundo, es el escribir, pese a todo y contra todo.

Ahora bien, no sabemos qué escriben Luciano y Sofía, porque lo único que alcanzamos a saber es lo que escriben Stefanoni y Mey sobre lo que viven Luciano y Sofía que, al parecer, si bien es poco -por caso quisiéramos una vida heroica- es más que tan solo escribir. Lo sabemos por una escritura que parece transparente. No tanto, por suerte, como para convertirse en una historia de amores románticos. Se hace la trasparente. Y el lector o lectora se deja llevar por las narices. Dado que si al principio tenemos un muchacho, a su manera sufriente, y una chica en duelo, respectivamente, lectores comunes esperarían final feliz o puente sobre el río o alguna de las variantes acostumbradas para el género “historia de amor”. La vida no es color de rosa, ya se dijo. Por el contrario, si tenemos a los personajes reunidos al final no es por amor. Se trata más bien de un cierto afecto, un cierto efecto, especialmente por el cuento o los cuentos y, sobre todo, hacernos el cuento, por escribirlos, recomendarlos y tal vez venderlos.

Más allá de la trama o argumento, mejor decir entramado o interjuego de argumentos que no pretendo adelantar, lo bueno está en la literatura de esta novela, su escritura. Autores que escriben sobre personajes que escriben, libreros de alma –se les nota– los cuatro aman la literatura -no tanto los libros de autoayuda, menos a los compradores de libros de autoayuda- y saben de literatura. Podría decirse que esta novela discute la vieja autoridad del “individuo creador”, cuestiones de género (textual y sexual), cuestiones filosóficas al filo de la existencia, que deconstruye en abismo personajes, autores y lectores, obviamente, y que casi nada queda en pie, que hay crítica social, mordaz, irónica y devastadora a veces y tantas, tantas otras cosas políticamente correctas para el discurso académico… Pero lo que en verdad digo -me parece el mejor de los elogios- es lo que el lector desprevenido espera le digan cada vez que se enfrenta a la pila incesante de publicaciones cada mes, cada día, cada segundo: esta novela atrapa. Por un lado, porque las historias, banales, son como las de la vida de la inmensa mayoría de los lectores y, aun así, querrán saber cómo van a desmadejarse las vidas de Luciano y Sofía -a lo mejor, por identificación- para saber cómo se desmadejarán las de ellos. Pero por otro, porque se quiere saber cómo van siendo esas vidas que, de entrada, ya se ve que no son gran cosa, y sin embargo… Eso se debe, sin duda, a cómo otros dos, Stefanoni y Mey, escriben sobre aquellos otros dos que escriben, vaya a saberse cómo, sobre el destilado de la pasión            -bronca se dice en el barrio- que el desamor enfurece y la escritura sofoca.

Por lo demás, Stefanoni y Mey no son nuevos en el campo. Las solapas denuncian  a Stefanoni como gerente de la librería El Ateneo-Grand Splendid, la “librería más linda del mundo”, y fundadora desde 2009 de Factotum Ediciones, sello en el que Mey publicó sus dos primeras novelas, Los abandonados y Las garras del niño inútil. Cuando le preguntan a Stefanoni qué busca en un texto, como editora, para que decida su publicación, dice “un tono narrativo. Ritmo. Humor. Realismo. Aire fresco”. Sin duda, así también escribe ella. Y, por supuesto, su co-autor favorito, Mey (leer aquí entrevista). Él, entre tanto, cuando le preguntan con qué se van a encontrar los lectores en esta novela, dice “con lo que nos gusta a nosotros”, “con un diálogo de ida y vuelta” en el que el lector “va a querer opinar y va a dejarse arrastrar por las sorpresas”. Los dos escriben para gente como ellos, es evidente, quieren entrar en diálogo, conversar, hacer contacto. Ambos lo reclaman en sus páginas on line.

Literatura rara para los paradigmas estéticos canónicos: esta literatura versa sobre vida cotidiana, “común y silvestre”, bien escrita y a la pesca de un efecto, los lectores. Creo que con gusto los consigue, entre-teniéndolos y haciéndolos sentir casi como en casa. Me refiero a la pobre gente que, como los personajes de esta novela, viven entre, para y sólo de los libros. Una risa, finalmente, para los tiempos que corren.

 

 

(Actualización septiembre-octubre 2012/ BazarAmericano)

 

 

 

 




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646