diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Las nuevas maneras de leer
Revolución en la lectura. El discurso periodístico-literario de las primeras revistas ilustradas rioplatenses, de Eduardo Romano, Buenos Aires, Catálogos/El Calafate, 2004, 447 páginas.

Revolución en la lectura. El discurso periodístico-literario de las primeras revistas ilustradas rioplatenses se propone reconstruir el discurso periodístico-literario de los semanarios ilustrados que aparecen a finales del siglo XIX y comienzos del XX en el ámbito del Río de la Plata, deteniéndose en un riguroso y detallado estudio de las revistas Caras y Caretas de Buenos Aires y Rojo y Blanco de Montevideo.
Su autor es un reconocido crítico y profesor universitario, dedicado desde largo tiempo a la investigación de diferentes problemas vinculados con la formación y transformación de la cultura popular en la Argentina.
El propósito inicial de su trabajo, declara Romano en la Introducción, habría sido indagar las particularidades que incorporan las publicaciones periódicas ilustradas y el cruce entre prensa y literatura, prestando especial atención a la revista Caras y Caretas.
Resultado de la confluencia de las modificaciones tecnológicas en el campo editorial y la existencia de intelectuales dispuestos a secundarlas, las publicaciones periódicas ilustradas incluirían entre sus rasgos más salientes la conjunción entre lo icónico y lo verbal y el paulatino abandono del discurso crítico –frecuente en las publicaciones intelectuales de la época- a medida que ganan público y el entretenimiento se va imponiendo como uno de sus propósitos predominantes.
Los antecedentes de las revistas ilustradas populares como Caras y Caretas y Rojo y Blanco se hallarían en la prensa satírico-burlesca (El Mosquito (1863-1893), Don Quijote (1884-1905)), los semanarios ilustrados dirigidos a un público selecto que florecieron en la década de 1890, principalmente La Ilustración Sudamericana (1892-1905) y Buenos Aires (1895-1899) y los Almanaques que diversas editoriales, periódicos, revistas y aún particulares editaban por entonces.
El éxito de las publicaciones satírico-burlescas sería un síntoma del acercamiento de los nuevos lectores a la prensa periódica, atraídos por la conjunción de un texto reducido con una caricatura. Esta combinación sería una fórmula para el procesamiento icónico y verbal de la actualidad que sería adoptada por los semanarios posteriores. En la misma dirección, entre los rasgos modernizadores fundamentales de los almanaques y la prensa periódica ilustrada se destacarían la inclusión de dibujos artísticos y caricaturas, de publicidades con ilustraciones y la presentación de materiales costumbristas acompañados de caricaturas representando los tipos urbanos emergentes en una ciudad cambiante y multiforme.
Este tipo de publicaciones determinarían un nuevo régimen de lectura “por su fundante conjunción de lo icónico-verbal, simultánea de lo que sucede con el cartel publicitario, las historietas o el cine, y anticipatoria de otros procesos comunicativos posteriores”. De modo que el contrato de lectura que establece Caras y Caretas desde su aparición en 1898 se basaría en una serie de fusiones respecto de las publicaciones periódicas mencionadas. De la prensa satírica, asimilaría las caricaturas, en su mayoría referidas a la vida política. De las publicaciones ilustradas, el uso de la fotografía y los materiales artísticos.
La hipótesis fundamental del trabajo es que Caras y Caretas fue la primera revista ilustrada popular del Río de la Plata porque dispuso sus materiales en “un soporte atractivo, dinámico y transportable” y cautivó un amplio espectro de lectores al mezclar imágenes artísticas, fotografías y caricaturas con una gama de textos que iban desde las más osadas innovaciones modernistas hasta la noticia de corte policial. En consecuencia, supo alcanzar un alto nivel de heterogeneidad discursiva tanto verbal como icónica articulando lo serio con lo cómico, lo curioso con lo tremendo, lo culto con lo popular.
Aparte del formato manuable y la fuerte hibridez icónico-verbal, el éxito de la publicación, sugiere Romano, se habría debido al precio de tapa sumamente accesible y al protagonismo adquirido por las publicidades, que se habrían transformado en un soporte económico fundamental. Por esta razón, no desatiende los avisos, en los que reconoce audacias en el diseño, como fusiones entre la tipografía y las ilustraciones, la inclusión de fotografías instantáneas y la mezcla de versos portando alusiones a la actualidad con fotografías, como en el caso de la promoción de una marca de cerveza. La revista, en consecuencia, asumiría una orientación comercial inequívoca, que implicaría el pago a todos sus colaboradores. Por lo tanto, auspiciaría el surgimiento de un nuevo tipo de intelectual, el escritor periodista, que, al servicio de diarios y revistas, imprime a su carrera un sesgo profesional.
No menos importante resultaría la presencia de artículos, notas y versos costumbristas, ya sea en clave caracterizadora, satírica o humorística, que se convierten en otro de los atractivos de la publicación, puesto que “allí encontraban sus lectores al menos algún tipo de respuesta, por precaria o parcial que resultara, a sus incertidumbres cotidianas”. Caras y Caretas, concluye el autor, “respondió a las expectativas de un público que requería el procesamiento de la actualidad, ya no limitado a lo político y con tono humorístico o satírico –como hicieron El Mosquito, Don Quijote y otras publicaciones afines-, sino en una amplia banda que abarcaba toda la sociabilidad y con un tono que se extendía desde lo serio a lo burlón”.
El autor insiste además en la importancia otorgada al diálogo en verso o en prosa como otro de los hallazgos de la revista. Atribuye a Fray Mocho las innovaciones más importantes en cuanto a la introducción de formas dialogadas en los textos, quien motivado por la irrupción de las imágenes fotográficas y su gran capacidad para informar y describir, habría explotado otras funciones expresivas de la palabra a través del diálogo. Esta profusión de diálogos sobre todo entre interlocutores distanciados por diversas barreras sería otro factor que explicaría el éxito de Caras Caretas y evidenciaría “las dificultades de comunicación entre inmigrantes de diferentes lenguas (y dialectos) europeos y nativos que conviven en la urbe y sus suburbios”. Diálogos similares, observa Romano con perspicacia, se ponían en escena al mismo tiempo en las primeras revistas musicales nativas, las zarzuelas acriolladas y los sainetes líricos.
Persuadido por los constantes desplazamientos de periodistas, escritores, dibujantes y editores hacia una y otra orilla del Río de la Plata –no debe perderse de vista que Caras y Caretas contó con una primera y breve etapa oriental-, Romano considera a Buenos Aires y Montevideo como un bloque cultural homogéneo, con productores y consumidores compartidos. Por esta razón, completa el estudio del discurso periodístico-literario de los semanarios ilustrados con el análisis de la revista Rojo y Blanco de Montevideo.
Rojo y Blanco desde el título justificaría una posición política tendiente a reconciliar las rivalidades políticas. Apuntando a un público más selecto que el de Caras y Caretas, en los inicios no recurre a la caricatura e incluso los dibujos resultan escasos, de modo que no alcanza el grado de hibridez de la revista porteña ni “su revolucionaria asociación entre humor y arte, lo cómico y lo serio”. Apuesta, sin embargo, a la fotografía y en cuanto a las colaboraciones literarias, habría revelado un enorme eclecticismo que la lleva a incluir desde textos innovadores a poéticas más reposadas. La presencia de un mesurado discurso crítico con un propósito divulgador, sostiene Romano, marcaría otra diferencia con la fórmula de las revistas ilustradas populares. Si embargo, en poco tiempo sufre una lenta pero progresiva transformación: aparecen las caricaturas, los dibujos y los materiales humorísticos se vuelven más frecuentes, abandonando “la apariencia de semanario literario ilustrado, por otra más acorde con los nuevos públicos, cuyos criterios de lectura preferían contar con materiales heterogéneos y sobre todo entretenidos”. De manera que “el discurso periodístico de Rojo y Blanco”, concluye, “fue equilibrando las apetencias de su público exigente con mayores concesiones para lectores más jóvenes o menos duchos, pero que buscaban entretenerse”. Otros rasgos modernizadores de la revista serían la promoción de vínculos entre el arte y el comercio y la industria, informando con entusiasmo la realización de una exposición de affiches, la incorporación de collages fotográficos en algunas de sus publicidades, junto con un espacio considerable destinado a la información general, la crónica policial y la crítica del espectáculo.
El periodismo ilustrado, finaliza Romano, “al fusionar imágenes artísticas, fotográficas y caricaturescas, con palabras que cubrían desde la información hasta la literatura”, provoca una verdadera revolución en las formas de leer, propiciando “zonas de encuentro para los lectores con acreditada competencia y los pocos duchos en tal práctica”. Estas revistas ilustradas populares habrían impulsado cambios radicales en el discurso periodístico-literario, cuyos signos podrían percibirse en las transformaciones de las revistas intelectuales posteriores y en la creación por parte de los grandes diarios de suplementos semanales con ilustraciones, caricaturas y fotografías.
El análisis de ambas revistas es exhaustivo y riguroso. Evidencia además una notable sensibilidad a la hora de leer los efectos de sentido de una textualidad que presenta como principal característica la imbricación de la palabra y la imagen. Atento a la configuración de un nuevo lenguaje, Romano va desplegando a lo largo del ensayo instrumentos metodológicos que se adecuan con facilidad a la naturaleza de su objeto de estudio. Nada queda oculto bajo su mirada escrutadora: un pequeño aviso es un indicio de la naturaleza del público, pero también del cruce de lo artístico con lo publicitario; un suelto periodístico, la huella de las concepciones estéticas de la redacción de un semanario. Tampoco queda oculto el impacto del avance del texto fotográfico, que habría provocado un profundo reacomodamiento del discurso verbal.
Hay que destacar asimismo la sugestiva lectura de las diferentes variantes del costumbrismo como un género que permite procesar “los vertiginosos cambios que transformaban a diario la convivencia social, política y cultural en Buenos Aires y Montevideo” y que asume por lo tanto funciones modernizadoras.
Este ensayo es un aporte original al estudio de una etapa fundamental de la prensa periódica rioplatense y un modelo metodológico para indagar las relaciones entre la prensa y la literatura y la formación de una cultura popular urbana. Resultado de una labor crítica que con sus propios ritmos va desplegando un conjunto de intereses y preocupaciones, desatiende otras urgencias y desarrolla una lectura que nunca se encuentra con la necesidad de realizar concesiones a aquellos espacios académicos que les son ajenos.

 

(Actualización abril - mayo - junio - julio 2005/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646