diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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El paladar de los comensales
Poesía civil, de Sergio Raimondi, Ediciones Vox, Bahía Blanca, 2001.

1. La vianda bajo la lupa.

                  “Basta con ir a un restaurante: invariablemente allí se ofrecen entremeses, entradas,  asados,  quesos y  postres, en un orden inexorable. Es el orden lógico -  temporal del relato clásico y no se lo puede cambiar. Resulta tan irreversible como en la Ilíada y la Odisea, como en Las Relaciones peligrosas o en la última novela de Troyat.”

Roland Barthes, citado por Beatriz Sarlo en El mundo de Roland Barthes.

La cita proviene de una entrevista realizada en 1970, ante la aparición de “S/Z” y allí Barthes es interrogado sobre los distintos sistemas de signos y su relación con la Doxa. Conviene prolongarla: “En los restaurantes japoneses el cliente recibe una bandeja sobre la que vienen dispuestos los alimentos y palitos para recoger esos alimentos. Los palitos resultan maravillosos instrumentos de recolección, no son atrapadores, como nuestros utensillos de mesa. Entonces se recoge un bocadito de arroz, un bocadito de legumbres confitadas y se vuelve al arroz, luego se absorbe un trago de sopa, etcétera. Cada uno compone su discurso alimentario de una manera absolutamente libre y siempre reversible. Y eso favorece extraordinariamente la comunicación”.

A órdenes alimentarios distintos, discursos distintos, mundos distintos. “Cada cocina es un mundo” solía decir una de mis tías; “somos lo que comemos” sentencia Michel Onfray en “El vientre de los filósofos”. Si de lo que se trata es de leer en la composición, cocción, combinación de sabores y ceremonia de ingestión del alimento relaciones entre ese discurso y otros discursos (filosófico, político, económico, literario, etc.), examinar la puesta en juego de determinados valores, las maneras de pensar y situarse en el mundo, podemos abordar “Poesía civil”, de Sergio Raimondi a partir, en un plano general, de poemas como “La dieta de Dante”, “Hoy cocina Matsuo Basho”, “Para hacer una torta sin leche”, o si pretendemos una lectura que a la vez que recale en el detalle, o precisamente por recalar en el detalle, repare en la relación evidente entre alimentación y producción del alimento, incluir “Qué es el mar”, “Sueño y reparación”, “Oración pesquera con digresión”, “Lo que dejó de ser con la resolución del Servicio Nacional de Sanidad Animal (SENASA) del 4 de Abril de 1997 concerniente a la prohibición de realizar el pelado de camarones en domicilios particulares”, “Shklovski en diálogo con los productores de papa”. Marquemos una entrada, entonces, por la cocina de “Poesía civil” a través de “Para hacer una torta sin leche” y “Sueño y reparación”. Allí, frente a prácticas diversas de cocina en ámbitos distintos (uno laboral, otro familiar), encontramos prácticas discursivas diversas. Los primeros versos parecen establecer un tono común para ambos poemas (el tono, cierta distancia y carencia de énfasis, que predomina en el libro) que, a poco de leer, en “Para hacer una torta sin leche” admite la presencia de un yo que dicta la receta, combinando datos precisos (una taza de aceite de maíz, dos huevos) con indicaciones relativas (un rato, puede ser menos, más, se ve), para señalar luego opciones con nombre y apellido (Titi Trujillo, Titita Lancioni). En “Sueño y reparación”, sin nombres propios ni apellidos, sin gustos ni ganas de inventar, el operario es considerado menos un hombre que una fuerza de trabajo a alimentar en base a una dieta estudiada que, habiendo sopesado costos y rentabilidad, debe ser capaz de combatir la somnolencia y potenciar la producción. Igualados desde ese orden “El paladar de cada uno de los comensales / se adapta a un sistema de sabores y pesos / que varía según el grado de importancia / de la empresa y la calidad de la licitación”. Si en este poema, en el que el trabajador devenido operario (y también hay un mundo de diferencia entre cada denominación), pareciera evocar por momentos el tono, preciso y distante, de informe de una consultora, en “Para hacer …” la transmisión de la receta se presenta marcada por la oralidad, “… Ah, dos huevos / además, y todo bien batido hasta espesar la mezcla.” Y viene acompañada de “pero cada cocina, como cada molde, es particular / y es inútil establecer una medida exacta para todos.” ¿Se trata acaso de una poética, de una política de lectura?

2. Yo no le canto a la luna porque alumbra y nada más.

“Cada lengua, cada cultura construyen su realidad a la medida de sus miedos y de sus sueños. Hay tantas lunas como maneras de desearlas. Y es entre los distintos deseos de luna donde se marcan las diferencias. La luna que alcanza la ciencia es la respuesta a un desafío, la expresión de un deseo de poder; la luna en la que está cualquiera del que se dice “¡Está en la luna!” es un luna muy otra.”

Emmanuel Lizcano, El anarquismo y el fundamentalismo científico

La perspectiva, podríamos decir, no es una cuestión del ojo sino del registro de lengua que se utiliza y, obviamente, del uso que se hace de él. Un examen rápido de “Poesía civil” dejaría constancia de los variados usos de formas impersonales, de cómo, sintaxis peculiar y falta de énfasis mediante, los hechos parecen presentarse como evidencia para que los examinemos, de qué modo el autor borra su voz como opinión o juicio personal y muestra su trabajo (como el plomero o el jardinero que ofrecen el contrapunto a la figura del poeta “romántico”) concebido el poema como construcción de un mecanismo que procesa discursos, que hace convivir voces coloquiales (ah, bueno, epa, ahí estamos, no sé si me explico, etc) con el despliegue minucioso de datos y porcentajes, lírica y descripciones, frases cercanas a un estilo de informe profesional o directamente informativo, transportadas en el soporte de un verso que tiende a la regularidad (¿un intento por no marcar el verso con una habilidad que remita al “talento individual” o a la “efusión expresiva” y sí permita pensarlo como producto de cierta práctica artesanal?) que a su vez da lugar a un amplio abanico de matices. El verso de Raimondi más que hablar, lee aquello que toda superficie, dato, anécdota, relato histórico o cuerpo exhibe: “la dicha trompetilla pero también el rebenque / del jinete, la espada del general, el bastón de caña, / la imprenta demasiado pesada, por supuesto, / el tenedor o un simple mimbre venido de los Andes / no hicieron en definitiva más que emitir palabra / por aquí y allá con la consigna de que todo objeto, / piedra, madera, piel, tierra, hueso, es superficie / de impresión para las ideas que han de triunfar, / liberalismo como monstruoso aparato parlante / que se armó a conciencia, …” (“La sordera absoluta”). Lee y teje relaciones entre lo que lee a medida que los versos avanzan. Va de lo particular a lo general, del detalle bajo la lupa al cuadro histórico (“Cracker 2 o Monimenta Ministri”). Y no ve simplemente el mar (“Qué es el mar”) sino que lee lo que es el mar bajo un sistema de explotación económica y sus tentáculos políticos, tecnológicos, legislativos, reponiendo allí donde la postal o el poster los borra, los vínculos que unen mar y salario, normativa laboral, corrupción, ciudades desde donde el barco parte y ciudades donde se firman los contratos, jornada laboral, mano de obra, condiciones de trabajo, condiciones de vida. Decididamente, no le canta a la luna sino que se propone tomar los riesgos de leer “en ese bulto de luz” (“La luna sabe con qué bueyes ara”) tanto la función que cumple en la noche de gloria del poeta Andrés Ventura Gamero como las correspondencias que, con todas las precauciones del caso, sería posible establecer entre una desmesurada descripción de la luna y la liberalidad monetaria o moral de un sociedad determinada (“A propósito de un pasaje de Aurelio Fuscus”) ante la certeza o confianza de que esas “ilusiones” son necesarias porque, se sabe, “nunca fue ni es ni será la luna el tema de todo esto”.

3. Ya llegó la hora de dormir.

“Otro que obedece
y bien se merece
un sueño feliz,
un sueño feliz,
un sueño feliz…”

(Del corto animado desde el cual Patoruzito exhortaba a los niños a ser buenos y a ir a dormir llegado el Horario de Protección al Menor)

“Pero el arte no ha de presentar las cosas ni como evidentes (hallando aprobación sentimental) ni como incomprensibles, sino como comprensibles, pero todavía no comprendidas.”

Bertolt Brecht, Sobre arte viejo y arte nuevo.

Poesía civil como poesía política en tanto se entienda que algo más que una cuestión de gusto culinario se está poniendo en juego en una receta para hacer una torta sin leche, que leer en un graffiti que dice C.V.M una proposición latina o la sigla del Club Villa Mitre pone en cuestión la formación académica de humanistas que se empeñan en llamar cerúleo mar al barro canceroso de la ría de Bahía Blanca, que si todo lo que nos rodea es susceptible de volverse signo, el ejercicio de la lectura y el uso del lenguaje son instrumentos privilegiados en la construcción de lo que llamamos realidad, y por tanto objetos directamente políticos. Al respecto, varios poemas de “Poesía civil” cuestionan a partir de la historia el rol de los escritores, las nociones de poeta deudoras del romanticismo, las relaciones estereotipadas entre escritura y política, escritura y economía, escritura y estado. Leer, releer, analizar continuamente el lenguaje utilizado, con menos interés en el producto de ese lenguaje que en el proceso que lo hace posible: “... La metáfora / es un tropo acorde a un seudo - desarrollo. / La geopolítica es una política de la literalidad. / Desde esta perspectiva se habrán de leer también / expresiones como “conquista de mercados” / o “mercados cautivos”, teñidas por vago matiz / colonial y, para otras culturas, ya anacrónicas.” (“LCI (Logística Comercial Internacional)”). Pero de ninguna manera poesía política como reveladora de una verdad, mucho menos como arenga. Brechtiana, la poesía de Raimondi, muy, muy alejada de la brevedad y golpe de efecto de la consigna, plantea problemas, interroga, busca ponernos en aprietos mediante un trabajo paciente y arduo, que dificulta a menudo la lectura con una sintaxis por momentos enrevesada, capaz de articular interminables subordinaciones, con el uso reiterado de encabalgamientos, como si se buscara reponer, en esa dificultad de la lectura, el trabajo minucioso con el que se construyó el poema. Fuera de foco el Yo nerudiano que pretendía hablar por todos y para todos, dispersado el juvenil nosotros de los 60/70 que se pensaba como motor plural de la historia, cuando en “Poesía civil” se proponen ciertas lecturas, se combina el uso de modalidades potenciales o futuros con formas impersonales que reclaman un sujeto (hoy ausente) capaz de hacerse cargo de la acción.

Leemos en la contratapa: “El lector se habrá ido a dormir bien tranquilo: los opuestos cierran y cada cosa ocupa su lugar, pero es forzoso disuadirlo del leve sueño ganado a la comodidad e invitarlo a obtener uno más denso, propio del cansancio que supone haber trabajado en la dificultad.” Si aceptáramos la invitación y siguiéramos, por ejemplo, la sugerencia de “La literatura será sometida a investigación (Brecht, 1939)”, tratando de poner en tela de juicio la literatura con criterios no creados por ella, podríamos preguntarnos qué leer en esa reivindicación de la escritura como trabajo, pulido del detalle, martilleo de la sintaxis, en esos “es forzoso”, “es necesario”, en el yo y el nosotros que se corren y dejan lugar a la insistente interrogación de los hechos; qué leer hoy, en esta Argentina en bancarrota, asediada por el imperialismo, corroída por la corrupción, con un estado arruinado y represivo, con su democracia representativa ni muy democrática ni mucho menos representativa, con inéditos índices de desempleo y subocupación, resistencia piquetera, un vacilante estado de deliberación, asambleas aquí y allá intentando organizarse, en esta Argentina que no termina de saldar sus deudas con el pasado, qué leer en esos indicios que el texto construye, qué leer en esa poesía. Bueno, se empieza por poner un poco de esfuerzo, algo de desvarío, se llega a saber que para esa tarea “las herramientas no están terminadas aún”, y que poder plantear honestamente esta cuestión como un problema para la literatura es cuanto menos saludable.

 

(Actualización diciembre 2001-enero febrero marzo 2002/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646