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Trap, trap, trap, quieren contarlo ahora

Marina Sztainberg

Trap, trap, trap, quieren contarlo ahora

Sobre:

El ritmo no perdona. Una historia crítica del TRAP, el HIP-HOP y el RKT en el nuevo siglo argentino, de Camila Caamaño y Amadeo Gandolfo, Buenos Aires, Caja Negra, Colección Synesthesia Música. Prólogo de Pablo Schanton, 2025

"El trap fue mucho más que un simple estilo musical"

Camila y Amadeo

 

Durante la preventa de El ritmo no perdona, varios amigos y colegas me mandaron las publicaciones de redes sociales de Caja Negra para avisar que estaba por salir este libro. Al parecer, cuando leyeron el subtítulo “Una historia crítica del TRAP, el HIP-HOP y el RKT en el nuevo siglo argentino”, no dudaron en escribirme. Saben no solo de mi interés académico, sino, sobre todo, de mi gusto personal hacia el hip-hop. Quienes también expresan su afecto por esta escena musical son Camila Caamaño y Amadeo Gandolfo en la “Introducción” del libro. Allí nos van dando las primeras claves de lectura de un texto que, como señalan, no puede prescindir del “background para acondicionar a quienes se adentren en la obra”. En dos apartados, titulados “Camila” y “Amadeo”, comentan respectivamente el vínculo que tiene cada uno con el trap, mencionan cómo llegó a su vida, qué significa para ellos y qué experiencias han tenido como oyentes y espectadores de los shows. Ella afirma que perdió la cuenta de las veces que sonrió al escuchar conversaciones sobre trap en la calle, en el colectivo o haciendo filas para recitales. Incluso, escribe que en una de ellas conoció a Amadeo, aunque él probablemente no lo recuerde. Muchas veces tuvo la sensación de estar ante algo impresionante que merecía ser documentado. Amadeo dice que el trap le devolvió la fe en la posibilidad de cambio de la música pop y que su recorrido siempre estuvo marcado por el deseo de escribir sobre la cultura de masas sin perder la pasión. Estamos ante un libro que trata de recomponer la historia de este género,  desde el punto de vista de dos personas para las que se trata de algo más que de un simple estilo musical.

El título que eligieron ya pone a sonar algo en tu cabeza. Se trata de una referencia directa al nombre de la canción de reggaetón de Daddy Yankee “El ritmo no perdona” del año 2010 (1). Daddy tiene en claro que para el perreo es necesaria la música que “pone a las gatas sueltas y a los perros rabiosos” y, por eso, repite festivamente en el estribillo “Persíguelo, persíguelo, que el ritmo no perdona”. El ritmo no perdona al cuerpo, que se mueve siguiendo el dembow, y, advierte en esa canción, que también se contagia: “Que hay un ritmo pegajoso, súper contagioso”. Según Emile Benveniste (1966) (2), el ritmo se puede encontrar en la danza, la caminata, el canto, la dicción, el trabajo y en todo lo que supone una actividad continua descompuesta por el metro en tiempos alternados. Así, termina por definirlo como la “configuración de los movimientos ordenados en la duración”. Vale preguntarse: ¿De cuál de todos estos ritmos se habrán contagiado los chicos y chicas que empezaron a gestar una escena del trap que, tal vez, ni ellos se imaginaron? Camila y Amadeo, de alguna manera, nos responden esto repasando la historia del rap en Argentina, tanto en materia de canciones como de batallas, recorriendo el underground y la masividad actual del hip-hop, analizando cómo las tecnologías digitales e internet tienen un lugar central para que este fenómeno cultural sea protagonista de la música popular del país. 

El trap y el RKT argentino tienen, aproximadamente, diez años de historia y el libro alrededor de 500 páginas. Lo primero que hago al mirarlo es sorprenderme por su extensión. Al mismo tiempo, pienso en la complejidad que tiene este objeto y entiendo la necesidad de esa cantidad de hojas, pero no tanto desde una perspectiva histórica como plantea su subtítulo. Sin embargo, su caudal de páginas empieza a cobrar sentido cuando releo y veo que al lado de la palabra “historia” dice “crítica”. Me pregunto qué clase de libro es este, qué lector pretende, qué tono tendrá, si será parecido a la lectura académica o si estará más relacionado con el periodismo. Como si pudiera responder todas estas preguntas con una sola acción, abro el libro y lo ojeo al azar, veo fotos, leo los subtítulos y con un poco más de orden, reviso índice, fuentes, bibliografía. No tengo muy claro con qué me voy a encontrar.

 Al leer el prólogo, empiezo a dar con algunas claves. Escrito por Pablo Shanton, quien es citado en varias oportunidades en este mismo libro por su trabajo como crítico musical, el prólogo nos adelanta y replica el tono de soltura que encontraremos luego. Shanton señala que el estilo de lxs autorxs bordea la oralidad y la espontaneidad e inaugura un espacio para que sobreviva la crítica musical. Allí mismo resalta que Alejo Acosta, más conocido por su nombre trapero Ysy-A, pidió perdón por su ambición, por querer que toda la música viva en el trap. Creo que Alejo Acosta supo que esa ambición lo llevaría a ser parte fundamental de esta parte de la historia de la música. En su canción “Full ice” (3) expresa: “Hay una historia que escribir afuera / en la que yo vine a poner un punto y coma”. Y, en su estribillo, repite varias veces “Trap, trap, trap quieren contarlo ahora”. Recordé ese verso apenas empecé a revisar El ritmo no perdona y recordé, también, la remera de su marca de ropa SponsorDios que lleva esa frase. Pero Ysy-A no fue el único pionero, también Duki, Neo Pistea, Cazzu y Khea fueron algunos de los primeros en hacer trap en Argentina. Ahora, Camila Caamaño y Amadeo Gandolfo quieren contarlo. Sí, ahora. Mientras sucede un movimiento al que hay que seguirle el ritmo porque los tiempos del algoritmo no perdonan.

Pensar en la palabra “contar” en el contexto del trap nos lleva a dos lugares: narrar y sumar, que parecen ser dos de los ejes de su lírica. Se trata de narrar la experiencia, el egotrip que se hace presente de todas las aristas del hip-hop, y de sumar cifras, de contar billetes. Se canta para mostrar cómo se vive y qué se desea, de dónde se viene y a dónde se quiere ir, y se canta, también, para ascender y llegar a esa cima que proponen las canciones. De nuevo vuelvo a “Full ice”: “Estoy con los flow que ninguno / Otra noche haciendo plata para Bruno / Full Ice será su futuro / le voy a dar lo que mi madre no tuvo”. Alejo desea y afirma que su hijo Bruno tendrá una vida de lujos económicos gracias a su flow. Acá, el medio es el fin: palabra y dinero son difícilmente separables. Pero estoy lejos de señalar peyorativamente esta simbiosis. Es más bien una marca de identidad de un género que, por algún motivo, ve en ella más que un valor simbólico. Se trata de una palabra que puede medirse por lo que puede generar en términos económicos y poéticos. Este recorrido por el trap que hacen Camila y Amadeo marca, justamente, una serie de interrogantes en torno al uso de la palabra, a su valor simbólico y mercantil. Se reflexiona en torno a ella en tanto palabra poética, escalera para ascenso económico, identidad juvenil y representación popular. Siguiendo a lxs autorxs, que resaltan el vínculo de este movimiento con la juventud, nos preguntamos: “¿Con qué vara medir la veracidad de las letras de trap cuando la distancia entre metas de vida y deseo capitalista es cada vez más indivisible?”. Acá, creo, no hay que enojarse con el trap, hay que leerlo críticamente, tal como lo hacen Caamaño y Gandolfo.

El ritmo no perdona entiende que el trap tiene su propia historia musical, social y política. No solo se muestra su diálogo con la escena hip-hop y RKT, sino que también se traza una continuidad con la tradición de la cumbia villera y el rock nacional, por ejemplo, en relación con el mundo laboral. Lxs autorxs señalan que el trap y el rock buscan salir de “la carrera de ratas que implica el trabajo asalariado, pero que en vez de hacerlo a través de la vida bohemia, pretende ejecutar un truco de videojuego que permita a los jóvenes hacerse millonarios de manera rápida”. En algún sentido, buscar hacer plata fácil y rápida no es rock, es trap. También se preguntan: “¿Por qué el rock es algo que debemos proteger como si se tratara del kilómetro cero de la música?”. Aclaro, para ser fiel a lo que plantean, como si fuera el kilómetro cero de la música en Argentina. Lejos de pensar aisladamente ambos géneros, se meten en algunas de las discusiones actuales en torno a las identidades de cada uno, al lugar que disputan en la escena del mainstream argentino como música popular y a los vínculos de dos géneros que, en principio, parecían rechazarse. En esta línea, resaltan que ambos derivan de Norteamérica y que en el último año se han dado featurings como el de Dillom y Calamaro o el de Wos y el Indio Solari. Camila y Amadeo no perdonan que se mire el trap desde lejos, como un producto completamente importado y carente de argentinidad.

Para trazar esta historia, empiezan por la incipiente escena del hip-hop de los años ´90 y principios de los 2000 en Argentina, lo que llaman “El huevo de la serpiente”. Pero, como marqué antes, no se quedan solo con eso. Nombran a los infaltables de ese momento de gestación de lo que para lxs autorxs todavía no tiene estatuto de movimiento porque aún hay menos oyentes que raperos. Entre ellos están Sindicato Argentino de Hip-Hop, Actitud María Marta, Yiria Kuryaki, Mustafá Yoda, Fuerte Apache, Super A, Malandro de América, Sara Hebe. En su recorrido, se va armando un archivo de canciones, entrevistas, videoclips y notas periodísticas. No se trata solo de hacer una línea de tiempo, sino de hacer un mapa de las influencias del trap actual, de mostrar un contexto político, de analizar el tono contestatario de algunas letras y, también, de la falta de ambición económica de una serie de raperos que tenían un contenido distinto al de personajes como Duki o Ysy A, tan relevantes en la actualidad que le dedican un capítulo solo a ellos, titulado “Dos a quererse”: Duki e Ysy-A”. Si bien estos dos artistas se llevan muchas de las páginas del libro, no se deja de indagar en la escena underground del trap y RKT, así como también en las figuras femeninas de estos géneros como Cazzu, La Joaqui, Maria Becerra y, también, en otros nombres que no forman, al menos todavía, parte del mainstream.

En este sentido, la importancia de Ysy-A se resalta en la mayor parte del libro. Se menciona, por ejemplo, que  con solo 13 años fue uno de los dos fundadores del evento “El quinto escalón”, que tuvo lugar en Parque Rivadavia (CABA) desde 2012 hasta 2017. Camila y Amadeo analizan el momento en que esos adolescentes se juntan en la plaza a rapear de manera autogestiva, a lo que le llaman “el potrero sin pelota”, ya que de ahí salen la mayoría de los artistas de la escena actual del trap, rap y RKT nacional. A todos los convocaba las ganas de rapear y a algunos, a los más chicos, de hacerlo cerca de su casa. Cuentan que las madres no los dejaban ir a otras competencias dado que eran muy lejos de la capital, como los casos de Halabalooza (2010) y A cara de Perro (2011). Asimismo, hablan de una “digievolución” para describir ese proceso en el que los freestylers van revelando una suerte de “identidad superheroica, o de leveleo de videojuegos, o de alcance de niveles superiores de poder…”. Lxs autorxs no pueden evitar leer estos artistas desde la digitalidad, creo, de manera acertada. Se meten en el mundo de los pibes hiperconectados de los 2000, que se mueven en un panorama acéfalo porque ya no añoran el rock ni les interesa el indie. Pasan horas en YouTube, bucean por la web y producen sus primeras canciones con computadoras de Conectar Igualdad, como es el caso de Bizarrap, y como ahondan en el capítulo “Una hidra de mil cabezas. La industria digital”. ¿De qué otro modo puede abordarse un fenómeno que tiene como emblema el uso de voces intervenidas digitalmente? El autotune, como señala Duki (4), es una herramienta que a él le permite llegar a tonos con su voz que de otra manera no conseguiría. Se trata de una herramienta de trabajo y, sobre todo, de una huella de identidad musical y generacional.

Esta marca digital, también tiene su correlato en los tiempos de la industria musical. Sostienen que el circuito de las canciones es usualmente el siguiente: salen, se las ama, se las odia, se les es indiferente, se las olvida. Agregan que “Ya ni siquiera se debaten títulos como canción del verano, por ejemplo. No decimos que sean importantes, pero nadie piensa desde una óptica estacional porque el tiempo no importa. O, mejor dicho, es tan violento que se busca escapar de sus dinámicas”. Además de hacer referencias al dinero, la narrativa lírica en el trap, sostienen lxs autorxs, devela la imposibilidad de percibir el presente. “El tiempo es dinero”, parece ser una frase hecha para el trap. Argentina, suponen Camila y Amadeo, debe ser uno de los países en los que más se habla de plata, y resaltan que las historias de vida de muchísimos de los traperos que forman parte del libro tienen en común haber atravesado la experiencia de ver a sus padres trabajando a destajo o víctimas de la precariedad laboral. Sostienen que “Esta experiencia marca de forma fortísima el deseo de construir una vida diferente, más holgada, con menos preocupaciones y cansancio”. El combo fama y dinero parece ser la única garantía de lograr esa vida diferente. Con letras que tienen algo de profecía autocumplida, estos jóvenes cantan al deseo capitalista y se creen emprendedores libres mientras, como dice Shanton “la mano invisible del capitalismo no los suelta”.

De alguna manera, Camila y Amadeo se contagian de la ambición trapera al proponerse escribir sobre un objeto del que están, como ellos mismos afirman, enamorados, pero siendo críticos, es decir, sin leer desde un fanatismo complaciente. Como si escribir sobre la materia viva del presente no fuera lo suficientemente difícil, se suma el componente afectivo que tensiona con la frialdad que hay que tener para el análisis. Sin embargo, ellos encuentran en esa tensión un motor de escritura: sus experiencias con este objeto en recitales, en escuchas obsesivas de canciones y entrevistas, en conversaciones de whatsapp, terminan por ser funcionales en la relación con el lector que puede sentirse, por momentos, como parte de una charla entre amigos. Entonces, esa ambición de querer analizar algo de lo que están fascinados se vuelve productiva, ya que no se clausura en una lectura de fans que ven en los íconos del trap una suerte de dioses en la tierra, sino que crea algo así como un punto justo entre cabeza y corazón. Incluso, dan una descripción de trap en la que parecen celebrar su espíritu novedoso, su actitud disruptiva y autogestiva:

 

El trap rompió con lo establecido en el negocio, se burló del sacrificio veterano, recuperó esa sensación de que aún había algo nuevo por descubrir, que no estaba todo inventado… fue disruptivo en su génesis, autogestivo de formación… desprejuiciado en lo experimental, arrogante frente a la pantalla, sórdido en sus letras, estridente en sus beats, tóxico en su rutina, impermeable a las críticas.

 

Sin desligarse de sus valoraciones sobre el trap y los artistas, el libro ofrece contar la historia del trap, destacar los nombres del mainstream y el under, mostrar cómo fueron sus inicios, las influencias musicales, las condiciones socioeconómicas en las que se produce, su velocidad y escala de crecimiento desde la plaza hasta la actualidad, entre otras cosas.

El libro puede ser leído por alguien que no sabe nada sobre hip-hop y entender claramente el panorama de este movimiento, su historia, sus valores, sus ambiciones. Incluso, se ofrece una suerte de glosario en notas al pie para definir conceptos propios de esta cultura como crew, MC, delivery, etc. Para quienes ya conocemos algo de este movimiento, que entendemos su lenguaje y la relevancia de los eventos que destacan (El Quinto Escalón, Hallabaloza, FMS, entre otros), que sabemos quiénes son sus protagonistas y de qué tratan las letras de sus canciones, este libro también nos ofrece algo: una lectura crítica y detallista que ordena una escena que tiene diez años, pero que parece haber pasado en un abrir y cerrar de ojos.  No se trata, entonces, de una mera historia del trap desprovista de interpretaciones, ya que los eventos son abordados en diálogo con la realidad argentina en un sentido político, socioeconómico y cultural. ¿Quién hubiera pensado que la tragedia de Cromañón o que el programa estatal Conectar Igualdad tenían que ver con que hoy Bizarrap sea uno de los productores más importantes de la industria musical? Camila y Amadeo nos llevan a esos cruces, a pensar el contexto del trap en lo musical, con un rock nacional en decadencia y con un indie que no representaba a la juventud; en lo cultural, con el avance de tecnologías digitales; y en lo político, con los deseos capitalistas entramados en las letras de las canciones, que parecen representar a lxs jóvenes de hoy. Para lxs autorxs de El ritmo no perdona, el trap es más que música, es lenguaje expresivo, es identidad juvenil, es alternativa económica. Terminan el libro preguntándose: “¿Acaso no es hermoso vivir el presente, sumergirse en él, empaparse de sus aguas, apostar por lo nuevo y sentir la energía electrizante de lo inesperado?”. Y afirman que esta historia es inacabada porque es sobre el presente. Camila y Amadeo tuvieron un propósito más ambicioso que contar la historia del trap: hacerlo de manera crítica. Se lanzaron a la difícil tarea de articular el enamoramiento por el objeto y la racionalidad necesaria para su estudio, buscando la distancia óptima para hacer crítica de esta materia viva. Así, ellos lo han contado. Así, les cuento que tenemos, a todo ritmo, una historia crítica de trap argentino.

 

 

(1) Disponible en: https://www.youtube.com/watch?app=desktop&v=Reg8u4vfWQQ

(2) Benvenise, Emile (1966) “El concepto de "ritmo" y su expresión lingüística”, Problemas de Lingüística General, Madrid, Siglo XXI. p. 363-373.

(3) Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=GyVvuoQrrBg&list=RDGyVvuoQrrBg&start_radio=1

(4) Disponible en: https://www.tiktok.com/@soy.musica/video/7172809701627890949

Septiembre • Noviembre 2025

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