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Los tiempos de César Aira

Milton López

Los tiempos de César Aira

Sobre:

Los últimos días de Nostradamus, de César Aira, Entre Ríos, Neutrinos, 2023

En la novela Cumpleaños Aira cumple 50 años y empieza a sentir el peso de su edad con cierta inquietud y hasta temor. Lamenta el tiempo que perdió en su juventud, porque en la madurez del artista se encuentra un método, no hay desvíos ni desperdicio de horas. Lo que le estaría faltando, precisamente, es tiempo. Pero tiempo de calidad, el tiempo rozagante de la juventud es el tesoro que anhela. Lo mismo le sucede a Nostradamus en sus últimos días. Empieza a ver que sus fuerzas declinan, que su máquina mental es menos certera. Busca ayuda de un joven para realizar trazados astrológicos y para los quehaceres del oficio.

En Los últimos días de Nostradamus se puede observar el trabajo del alquimista que se rehúsa a fabricar el metal precioso en pos de una transformación más importante y trascendente: la del Tiempo, material para sus profecías que se verá transformado en sus palabras, e incluso el mismo profeta tomará de él sus cualidades y llegará a implorarle que no se detenga, para no quedarse sin trabajo, sin función. La palabra profética surgirá con la forma y el arte de la Poesía: las centurias. Y el personaje tendrá como característica la misma lentitud con la que actúa su mentor a través de los años. Sujeto y objeto de trabajo se mimetizan, el primero adquiere las cualidades del segundo: “El tiempo se quería lento, por eso había hecho lento a su operador más hábil”, leemos en Los últimos días…

Los últimos días de Nostradamus rescata a este personaje histórico (por primera vez) en su faceta de escritor de versos; incluso él mismo se considera un poeta, ya que es esto lo que lo distingue del resto de los profetas de su época. Este agregado poético le confiere un plus para validarse en el devenir histórico: su métier, en el que puede “reunir en un haz todos los saberes resultantes y usarlos para profetizar sucesos del futuro”, le permite salir victorioso ante sus competidores y posibles imitadores. Serán esos conocimientos, esos saberes que pondera Nostradamus los que valgan la pena y no el Tiempo en sí mismo. Lo que se busca es el Saber; y la añoranza de juventud, de retroceder el tiempo, está en función de aprovechar la experiencia para seguir produciendo obras de arte (dispositivos de sabiduría) en una cadena infinita, aunque estas mismas obras también se pongan en duda como parte de ese proceso. El sueño de Aira y de Nostradamus es comenzar de nuevo, pero con todo el conocimiento acumulado hasta el momento, para así sobrevivir.

            Para Nostradamus el privilegio que nos otorga el Tiempo es el momento presente: “Lo que el Tiempo había creado en realidad era el Presente, y había que agradecérselo. El regalo que le había hecho al hombre era invalorable”. Este también funciona como material para la creación artística, ofreciendo al mundo sus riquezas, entre ellas la Poesía como bien invaluable, en la que puede dedicarse toda una vida creyendo que es tiempo perdido, pero donde se encuentra el verdadero Oro de los alquimistas. Lo que se podía considerar como pérdida de tiempo finalmente es un aprovechamiento del mismo, ya que “nunca se perdía el tiempo: hasta cuando se lo perdía se lo ganaba”.

            Sager analiza un pasaje del ensayo de Aira “Formas literarias del tiempo” y observa allí que el autor considera al Tiempo como el único deseo posible, ya sea que le pidamos al genio Dinero, Salud o Amor, siempre estaríamos pidiendo Tiempo. La equivalencia que advierte entre Tiempo y Dinero es su valor relativo, funcionan como signos que “pueden cambiarse por otras cosas”. En el cuento “Haikus”, el narrador insiste en reclamarle a su amigo el dinero prestado porque este mismo le devolvería su valor en Tiempo. Es decir, que cuando vemos a los personajes de Aira envueltos en problemas de dinero (también en Varamo al pensar en recuperar el valor de los billetes falsos o al acompañar a su madre a recuperar la compra del colchón) lo que en realidad quieren recuperar es el tiempo posiblemente perdido o derrochado.

En Los últimos días de Nostradamus se ensaya una nueva forma de ser vanguardista mediante un personaje que escribe para el porvenir, lo plantea como una especie de “vanguardista del siglo XVI” (Mattio) que escribe para las generaciones venideras, con el fin de expresar su conocimiento, con plena conciencia de la historia y el ojo puesto en el futuro, y lo hace mediante formas de escritura que contrastan con la estética de su época: escasas cuartetas en arte menor, de sintaxis simple y claridad de expresión, a las que se puede acceder de manera abierta (por cualquier lector) y comprender fácilmente, pero que serán descifradas como profecías en el paso de los siglos.

Podemos leer entonces en Los Últimos Días de Nostradamus una pausa (o pausas regulares) para dar pie a una nueva cadena de transformaciones. La producción poética de Nostradamus cobra valor cuando se la interpreta en siglos venideros en relación a la Historia, y en cada lectura se irá acrecentando esa significación, metamorfoseando la obra original con nuevas capas de significados, ligados a creencias que se difundirán masivamente: otra vez Nostradamus dio en el clavo. Pero hasta el momento nadie había leído, como lo hace Aira, sus profecías como Poesía, en sus formas acabadas, en su poética de contraste con la época en que le tocó escribir, en las intenciones y trances en los que escribe para posicionarse como un escritor que podría ser tomado como parte de una vanguardia, por su procedimiento y su estética de innovación, que difiere de las corrientes literarias de su época por sus fines de utilidad: pronosticar a las generaciones venideras y advertir de los movimientos que hará la Historia, como un espejo que refleja el futuro.

            Para el personaje Nostradamus también se aplica lo que dice Premat sobre Aira, en ¿Qué será la vanguardia? (2021): hay un desfasaje temporal en su escritura (que es su creación en el mundo) y “el reloj que da la hora del presente es un reloj del pasado, y sin embargo marca las horas nuevas, las de la creación por hacerse”. Aira se plantea la pregunta de cómo escribir algo diferente. Vanguardista fuera de época, concentrado en el proceso de producción, pero “a destiempo”, agrega Premat, avanzando sin pausa y sin corregir (se), como un modo de operar en el tiempo:

 

al tiempo medido, pensado, estructurado en pasado, presente, futuro, se lo reemplaza por una circunstancia permanente, por un desplazamiento sin fin, por algo que aparece como un tiempo alternativo, un tiempo ficticio, operativo solo en el marco de sus libros. Un tiempo en el que la relación con el pasado y con el futuro se desdibuja, para acentuar el tiempo efímero -aunque duradero- de la escritura o de la lectura.

 

Evidentemente, el material que utiliza Nostradamus es el Tiempo, más precisamente el tiempo Histórico, y lo hace en una lengua y una estética que hunden sus raíces en la tradición poética precedente: cuartetas breves, rimadas, que van formando cientos de poemarios (las centurias) de escritura rápida, inmediata. Sin embargo, la función de esas profecías es hablarles a las generaciones venideras, remontarse hacia adelante para significar a los habitantes de una historia futura sobre lo que ocurrirá. En función de la claridad de esos hechos depondrá parte de su gloria como poeta. Aun así, en su modalidad de escritura se refleja una comprensión del pasado histórico que delata y denota los acontecimientos presentes y los venideros. Una escritura que vaya “a fondo en la anulación del tiempo para después recomponerlo en el mundo material” –afirma el mismo Aira en Ideas Diversas (2024) – es lo que en el fondo vale más que ese oro al que intentan llegar sus contemporáneos.

            En esta novelita, se puede advertir la utilización de la pausa para la reflexión fabuladora: la fábula del Tiempo dentro de la vida de Nostradamus le confiere la creencia de su poder especial de dominar la conciencia del flujo de los anales. Al plantear a Nostradamus como el usuario más hábil y conocedor del Tiempo, le otorga un valor supremo, un poder cuasi divino que puede usar a su antojo, a la vez de situarlo en un fuera del tiempo, en una temporalidad anacrónica, mitológica, que lo distingue como ser. Incluso él mismo se encarga de desarrollar teorías acerca de los diferentes tipos de futuro (inmediato, cercano, lejano, remoto, etc.) “en su amoroso tratamiento neoplatónico del Tiempo”, leemos en Los últimos días…. Para Nostradamus es más sencillo tratar con la Eternidad, como un presente perpetuo fuera del tiempo, en el que se produce la Verdad. En ella advertirá los cambios y repeticiones, el continuo y la circularidad, desde las dimensiones astrales hasta las microscópicas, aunque ese conocimiento que ha adquirido deberá desarrollarlo en la Historia, volviéndose un sujeto abocado a las tareas cotidianas, desde las más domésticas hasta las que hacen a su trabajo de profeta y de escritor.

            Sin embargo, al final del relato, su hijo-discípulo se ríe de él por no estar actualizado, no haber adquirido la nueva tecnología Lux y seguir utilizando la luz deficiente de las velas; entonces se observa un desfasaje, una torpeza en relación a ese momento presente del que tanto se regodea: Nostradamus también, al igual que Aira, está corrido de su época. Su poder es relativo y se ve puesto entre paréntesis. Las facultades y capacidades de dominio del Tiempo parecieran declinar, y seguir aprendiendo para poner la maquinaria de su trabajo a funcionar; es el único camino que le queda: “instalarse en el país de la imaginación poética, en sus valles y praderas de ensueño, para tener éxito en su profesión”. Ese éxito va a surgir, entonces, en Aira y en Nostradamus, de la capacidad de escribir sobre lo que todavía no se entiende.

 

Septiembre • Noviembre 2025

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