Sobre:
2023. Veinte nuevas intervenciones sobre literatura y vida, de Roberto Appratto, y otrxs; editado por Mariana Catalin. Rosario, Editorial Municipal de Rosario - CELA - CETyCLI, 2024
I. Tiempo y espacio
En “El tiempo y el lugar de la literatura”, una conferencia que Aira leyó en el 5to Congreso Argentino de Literatura de Santa Fe en agosto de 2009 y del que publicó un fragmento en Otra Parte N° 19, el autor insiste en la importancia de los procedimientos en la literatura y propone como al pasar una definición del formalismo. Se trata, escribe, de uno de los nombres “con los que se debate la consideración puramente estética de la obra de arte”. Así se presenta el primer momento en el cual —desde el punto de vista de la teoría literaria que en realidad empezaría a existir a partir de entonces— el procedimiento se hace visible o se inserta en el extrañamiento para hacerse visible como condición de la literatura. Después de ese comienzo, el ensayo se detiene en dos libros, no se sabe bien si son ejemplos de formalismo y de procedimiento, o es al revés. Los libros son El Martín Fierro ordenado alfabéticamente y El Aleph engordado de Pablo Katchadjian. Lo que Aira observa en ellos es la importancia de la forma y que en literatura, dice: “las formas están preformadas por sus contenidos”. Es cierto, el Martín Fierro y “El Aleph”, son su forma pero al ordenar alfabéticamente el primero o al engordar el segundo aparece otra cosa, otra historia, otra escritura y otra fábula.
El Martín Fierro que Aira asocia con el eje del tiempo de la literatura argentina, tiene un gaucho que se desplaza por la pampa y una forma que es un orden espacial, el lugar que ocupa cada verso va a parar a otro lado si se le cambia el orden. El aleph es un lugar, situado en un rincón preciso de la casa de la calle Garay y que, si engorda, cada palabra que se agrega va a ocupar más espacio o volumen del texto pero el punto aléphico del aleph es temporal, el cuento comienza puntuando el tiempo “La candente mañana de febrero” y con una preocupación temporal del escritor que consiste en cómo registrar la simultaneidad si el lenguaje en el que se escribe es sucesivo. En el final del ensayo, Aira, escribe:
El Martín Fierro, el Aleph. El gaucho vagabundo urdiendo en el desierto de los años su destino, y el escritor inmovilizado en una incómoda escalera, con la vista fija en un punto del espacio. El Martín Fierro es el tiempo de la literatura argentina, el Aleph su lugar. Son nuestras categorías, fuera de las cuales no podemos pensar. ¿O sí podemos?
La formulación podría pensarse con otros libros y con otros autores. La primera frase de Boca de lobo de Chejfec: “Siempre me ha inquietado que la geografía no cambie pese al tiempo, pese a nuestros cambios y los cambios que se producen en ella” es, de algún modo, una extensión de la preocupación de Borges frente al cartel de cigarrillos después de la muerte de Beatriz Viterbo o podría ser la contracara del comienzo de Respiración artificial de Ricardo Piglia, una novela sobre el tiempo. Podríamos pensar en los escritores del tiempo y los del lugar, claro, sin embargo, y si esto me interesa especialmente es porque el mismo problema pensado de otro modo está en otro ensayo de Aira: “Evasión”, que vuelvo a leer cuando trato de entender algunas líneas no solo de la literatura argentina del presente sino también cuando trato de entender por qué algunos problemas o algunos temas, algunas preguntas de los críticos, de los ensayos del presente, algunas preguntas de la teoría del presente me atrapan y caigo en ellas sin distancia y distraída del mundo, como Dahlmann leyendo Las mil y una noches y entonces el tiempo y el lugar en el que estoy, el tiempo y el lugar de mi lectura empiezan a darse vuelta o a volcar la literatura sobre la vida .
II. Hacer hablar a la vida
El libro sobre el que escribo: 2023. Veinte nuevas intervenciones sobre literatura y vida, reúne una selección de trabajos presentados en la sexta edición del Coloquio Internacional “Literatura y vida” organizado por el Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria y de Literatura Argentina en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. La serie de intervenciones que se publican, editada y prologada por Mariana Catalin, como una hermosa incitación a la lectura da lugar a las palabras de Roberto Appratto, Juan José Becerra, Cynthia Rimsky, Julia Musitano, Analía Capdevila, Sergio Raimondi, Martín Kohan, Patricio Fontana, Nicolás Garayalde, Marcela Zanin, Manuela Barral, Irina Garbatzky, Silvio Mattoni, Bruno Grossi, Verónica Stedile Luna, Mario Ortiz, Rafael Arce, Rodrigo Montenegro, Emiliano Rodríguez Montiel y Guillermina Torres Reca .
Vuelvo, entonces, al ensayo de Aira, “Evasión”, en el que insiste en contraponer la escritura del tiempo y la del espacio para construir un imaginario cuadro axiomático en el cual del lado del espacio está la literatura de imaginación, la que inventa, recorre y describe lugares u objetos exóticos, la que se detiene en los objetos y sus volúmenes, la que propone una gran fábula y tiene algo extraordinario para contar. Del lado del tiempo, la literatura aletargada, la que se detiene en instantes o en pequeñísimas fluctuaciones, en la que no hay sorpresas, ni sacudones. Una serie de atributos que podrían ser los de la novela modernista cuando del otro lado estarían los grandes realistas, el melodrama y la aventura. Pero Aira no habla de la novela modernista, la saltea para poner en el lugar de la literatura del tiempo a las que llama novelas que han adherido al círculo autobiográfico, que “están hechas de puro tiempo, porque el yo, cuando realiza su esencia de haberse quedado solo en el mundo y solo puede hablarse a sí mismo es puro tiempo. El espacio ha quedado relegado desde que se perdió el volumen de la representación: sólo queda el hilo del discurso que no puede medirse sino con tiempo.”, leemos en su Evasión y otros ensayos.
Después de semejante diatriba, el ensayo termina del otro lado, Aira reconoce que extraña la novela de evasión, la novela de Stevenson, por ejemplo pero que ahora la evasión ha quedado del lado de la mala literatura y que la buena quedó asociada al eje del tiempo. ¿Es por eso, entonces que leemos, nos fascinamos y escribimos sobre biografías, autobiografías, literaturas del yo o literatura y vida, porque ahí está la buena literatura, la literatura de verdad? Es por eso que cuando escritores y críticos abordan estos temas no pude soltar el libro y puedo como Dahlmann distraerme del mundo, golpearme la frente con una ventana y seguir leyendo. ¿Se trata, como escribe Sergio Raimondi en “El desencuentro entre el dios Apolo y el peronismo (el caso de Héctor Ciochini)”, de que “El tema de toda investigación es el desciframiento de la propia vida” y de que eso ocurre también con el lector cuando la investigación que lee lo captura? ¿Es que las escrituras del yo, o las escrituras de vida son para el lector y para el investigador una forma que funciona como el milieu balzaciano para los personajes de La Comedia humana, el lugar que dice sobre nosotros como lectores o investigadores, algo distinto de lo que dice la ficción?
Durante mi lectura de 2023. Veinte nuevas intervenciones sobre literatura y vida, hay otro punto al que vuelvo una y otra vez, el momento en el que Benveniste, en “De la subjetividad en el lenguaje” anota que la tercera persona es siempre una ausencia: “Hay que tener presente que la "tercera persona" es la forma del paradigma verbal (o pronominal) que no remite a una persona, por estar referida a un objeto situado fuera de la alocución”. Hay tercera persona porque ese no está presente en la conversación, no participa de la conversación mientras es nombrada. El Yo en cambio es lo que cuando digo yo se identifica inmediatamente con un referente tangible, con algo que existe y que sin embargo solo existe a partir del discurso; al contrario de lo que ocurre con la tercera persona, el yo es imposible, como cosa sin palabra o indicación que lo designe. “Él” solo es posible como referente mudo. La tercera persona, el protagonista de la ficción es una ausencia, está solo hecho del discurso de otros. “Yo” comienza por nombrarse e inmediatamente se muestra, se señala, se presenta como cuerpo aun cuando el que dice yo, no se refiere a ese cuerpo como ocurre en el teatro o en la autobiografía ficticia o en la novela en primera persona. La biografía, la escritura de una vida es la continuación, la extensión de algo que ha existido porque hay lenguaje, es entonces, el relato que resulta de prolongar en otras palabras, con otras palabras la definición del yo.
Hay algo en la escritura de la vida que parece darle una duración espesa, una espacialidad porque la vida no ocupa lugar, lo que ocupa lugar es el cuerpo, ¿pero la vida propia dónde está, dónde se guarda mi vida? Cuando alguien muere, podemos decir, en este cajón o en esta alfombra o en esta cama hay un muerto, no decimos en esta habitación hay un vivo, lo que hay es una persona, un animal un cuerpo. En la escritura de la propia vida, como escribe aquí Roberto Appratto, no hay un sentido lógico o lineal de causas y consecuencias, un trabajo sobre los puntos fuertes del relato, en la escritura de la propia vida, “todos son puntos débiles, al menos de antemano; no hay interés asegurado, todo lo que se diga corre por cuenta de quien escribe: no hay más sentido final del texto proyectado que el que puede tener confesar, registrar, documentar un segmento de realidad absolutamente personal”. En la escritura de la propia vida o de una vida, todos parecen puntos débiles porque esa entidad a la que llamamos yo, el momento en el que confluye un cuerpo y una vida para constituirse como sujeto tiene como condición el lenguaje. En “La forma amorosa de la biografía”, el ensayo de Julia Musitano, leemos que “La filosofía y el psicoanálisis no pueden hablar de amor si no recurren a la literatura como el único discurso capaz de hacer hablar el amor, de hacer escuchar eso que el sujeto enamorado dice”. ¿No podría pensarse entonces lo mismo de la vida? La literatura como el único discurso capaz de hacer hablar a la vida porque ese tiempo (la vida) que no ocupa un lugar, que no está en ningún lugar, toma la escritura, el relato, como su documento. ¿No son siempre de algún modo la biografía o las escrituras de vida una escritura de duelo y de distancia? Eso que Nicolás Garayalde y Marcela Zanin piensan sobre la presencia de la ausencia o sobre el instante, cito a Zanin, en el que en las cartas, en la escritura epistolar, “una persona, absorta, parece auto-contemplarse como si fuera otra". Si “yo” se funda en el lenguaje y no está ahí hasta nombrarlo, si “él”, es únicamente el que no forma parte de la conversación.
Lo que el libro que presentamos y celebramos despliega es la escritura como incisión, marca, huella, espacialidad. No solo el tiempo detenido del que hablaba Aira, no solo los tiempos de la vida, sino los lugares en los que una voz que ya no está presente, dice yo o tú dando cuenta de que alguien existió cuando lo dijo para luego borrarse o salir del texto, para luego, borrarse o salir de la vida o salir del presente hacia un pasado borrado, como ocurre con la autobiografía de Victoria Ocampo y con lo que en ella lee Manuela Barral, como ocurre con lo que lee Emiliano Rodríguez Montiel en Una música de Hernán Ronsino.
¿Cómo se procesa una experiencia vivida en términos literarios?, se pregunta Analía Capdevila para pensar lo que sabemos o lo que creemos saber de la vida de Roberto Arlt y tal vez la respuesta que aparece sin ser dicha de ese modo aquí, en el libro, es quitándole a la pregunta el tono y el cómo. Es decir que si el problema de literatura y vida nos interesa, nos toma, nos atrapa es porque se afirma lo que Capdevila se pregunta: La experiencia vivida se procesa en términos literarios, si no hay sujeto sin yo, sin la palabra yo, ¿dónde queda la vida, qué es, que ha sido sin el relato o la palabra que la sujeta? Y aquí sujetar no se piensa como coerción, fijeza o violencia, se trata de la palabra que nos hace sujetos pero también pensándola en el sentido que le damos para referirnos a los momentos en los que se sujeta o se sostiene algo que está por caerse, algo que si no agarramos bien, se resbala y desaparece.
Mayo • Agosto 2025