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Desde de la turbulencia: notas de lectura sobre «Apellido», de Gabriel Cortiñas

Sara Bosoer

Desde de la turbulencia: notas de lectura sobre «Apellido», de Gabriel Cortiñas

Sobre:

Apellido, de Gabriel Cortiñas, Buenos Aires, Palabras amarillas, 2023

2023 será un año que en la historia argentina se recordará, muy probablemente, por los quiebres que contuvo. En el orden político y social, las elecciones presidenciales llevaron al gobierno a una restauración conservadora cuya impronta destructiva tiene magnitudes inimaginadas. Pero como suele ocurrir en la vida de los pueblos, y en la vida en general, un momento de profunda crisis puede contener núcleos de creatividad imprevistos. Es muy probable que 2023 también ingrese a la historia de la literatura y que esto se deba a la aparición de libros que modifican el estado de la poesía contemporánea: uno de ellos me arriesgo a afirmar que podría ser Apellido de Gabriel Cortiñas. Se trata de su sexto título publicado y con él, sin duda, ahonda en un proyecto que amplía los recorridos de una tradición de poesía política argentina. Corro los riesgos que implica la reducción para describir a esta tradición como el despliegue de un pensamiento poético (esto es un pensar que se practica con los medios del poema) sobre la dimensión política del lenguaje. La obra de Leónidas Lamborghini es uno de sus mojones más visibles, y entre los contemporáneos la referencia a Martín Gambarotta es ineludible. Aún más si se tiene en cuenta que también en 2023, publicó Sangría, un libro que ya se vislumbra como una obra central para la poesía del presente y que fue editado por Rapallo, proyecto editorial que Cortiñas integra.  En un panorama local de mucha productividad pero que, a la vez, en cuanto a los modos de hacer y entender lo poético, parecía mayormente condenado a expandir y actualizar los tonos más pregnantes de las últimas décadas del siglo XX, estos libros encuentran el modo de plantar la bandera del siglo XXI.

Leer Apellido por primera vez es aceptar la experiencia de dejarse invadir por un efecto doble: no entender nada y a la vez, ser arrastrados por un ritmo que impide soltar eso que estamos leyendo.  Pero que esto no nos lleve a suponer que la escritura se resguarda en un lenguaje críptico o en una concepción hermética basada en símbolos, códigos o en un uso metafórico del lenguaje. Ni siquiera que experimente con una sintaxis enrevesada o, mucho menos, que se regodee con referencias y términos cuyo significado debe resolverse recurriendo a un diccionario o a una búsqueda en Google. A diferencia de la ininteligibilidad o el sinsentido nihilista que domina nuestra vida cotidiana en este momento del capitalismo, la intensidad de ese ritmo nos despega de lo previsto y, de a poco, empezamos a intuir que sí está ocurriendo algo. A la vez, entender qué se dice nos deja de importar y sabemos que hay un sentido que se está amasando con otra lógica. Sobre este motor rítmico, Apellido, además de ponerlo a andar, también reflexiona: “el ritmo del verso/ largo es también un ruido animal lo/ que es igual se convierte en algo sólo/ aproximadamente igual las correspondencias/ se corresponden sólo aproximadamente a/ veces sé que tiene completo sentido y empiezo”.  Lo interesante es, entonces, que a ese sentido llegamos por un camino que ya no es estrictamente el de la palabra y su significado. Que sea el ritmo el recurso para construir alguna clase de comprensión, implica el ejercicio de un pensamiento diferente al de la comunicación instrumental y la racionalidad occidental:


Salen con la boca la mujer

que miraron para mí se

llamaba el hombre que

miraron para mí se llamaba

reventando a castellano.

 

Como se ve, hay en Apellido algo más que esa desconfianza que ha cultivado la literatura desde fines del siglo XIX sobre la relación unívoca entre signo y referente, o que el saber –muy presente en la tradición de poesía política que mencionamos– sobre los conflictos que constituyen este vínculo.  Lo que se da es una discusión sobre los modos de construir sentido, y no solamente sobre la posibilidad/imposibilidad de fijarlo y sus efectos. Como esta intervención es principalmente a través del ritmo, lo que se desestabiliza es la forma en que históricamente, hemos entendido –y nos han explicado– que funciona el lenguaje:

 

no tendría que haber estado desde la primaria

no me gustaba la materia las consonantes que

empezamos a perder porque tu amuleto es un

fonema añoso está que se quemaron con leche

ven una vaca y lloran y está que se quemaron

con leche y quieren quedarse con todas las vacas

como la jota la equis la e brea la letra aspirada

planteó muchos problemas contra el diputado

 

Lenguaje y mundo, lejos de concebirse como entidades separadas y abstractas, se entremezclan en un mismo y turbulento torbellino. Y esta agitación es el poema: una tensión en constante movimiento. Entonces este torbellino arroja una posibilidad para la acción política: hay que revisar la gramática conocida porque oculta que es producto de luchas desiguales y por tanto, es funcional a la dominación. Donde se naturalizan un orden y unas jerarquías, el poema provoca un ruido: “sin temor a empantanar sé en lo que podría lo/ dice sin saber ni escuchar se dice o hace a sí/ mismo una pregunta cántico pero no alcanza/ a oír hacia dónde ir aaa dónde y así comienza/ se llama litera e impura suele brotar cuando no/ llama pan a la publicidad fleto hace poco un”.

Para provocar este desplazamiento, el oído de Cortiñas encuentra otro recurso que le permite construir una sintaxis (es decir, un modo de combinar las palabras) donde las tensiones permanecen expuestas: el montaje. De esta manera, dos fuerzas se entrelazan en la escritura: interrupción y continuidad. La primera se debe a la relación entre fragmentos y a la persistencia del ritmo, la segunda.

El montaje es el hallazgo de una forma que explicita el conflicto porque la sucesión entrecortada de voces (“pero quién habla acá no/ importa”) y temporalidades (“y vimos/  a los blancos robar nuestra madera y salir/ del modelo de pantalla completa este es un/ remedio para cuando sale una herida de la boca”) fuerza el reconocimiento de la diferencia. Apellido usa el recurso, pero repone su historicidad, es decir, su vínculo intrínseco con el presente, y con ello recupera su potencia política: “cuántas/ veces encontraste trabajo hoy cuántas veces/ encontraste trabajo en la última hora las hijas/ de las campesinas que no pudiste esterilizar las/ hijas de las campesinas que no pudiste abajo/ se encuentran las que no pudiste estrellar.”  Se trata de una elección en la que el procedimiento más asociado con las vanguardias vuelve a recobrar espesor (“te estoy contando los ojos de/ un caballo que usaron para la toma histórica del/ cineasta aragonés”).

El ritmo, por su parte, garantiza que escuchemos esa fractura porque emerge como un retorno que, si bien conecta los pedazos, subraya mil veces que no es viable mantenerse dentro de la ley gramatical dominante (“no se puede/ conversar siempre con la/ misma piedra”). Lo que retorna con el ritmo es la presencia de los vencidos y la certeza de que somos siempre los mismos los que llevamos las de perder. Por eso, porque ya no hay sutura posible, el poema interviene para alterar la lógica de la lengua: “estaríamos sintonizando decenas de palas mecánicas a punto de dar vuelta la tierra en una estancia del sur estarí amos amos amos teniendo que cambiarnos el pañal para adultos que llevamos hace lustros”. Lo que desde el punto de vista de la lingüística dominante podría leerse como incoherencias gramaticales o errores, o aún también como trabajo experimental o formal con los aspectos sonoros, aquí es una decisión política movida por el imperativo (o el impulso) de resquebrajar las lenguas de la conquista. La inclusión de un poema que mezcla quechua, español y guaraní es uno de los momentos centrales para leer esa voluntad. Es como si Apellido se preguntara por nuestra condición colonial, por su persistencia en América aún después de declaradas las independencias de los estados nacionales, y encontrara en estos recursos del poema el camino para una invención política.

Mayo • Agosto 2025

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