diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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El reino de la microscopía editorial
Entrevista a Eric Schierloh, editor de Barba de Abejas

Libros manufacturados 

S.V. Barba de Abejas se define como una “editorial hogareña de libros artesanales”, que publica títulos en una tirada inicial reducida y funciona a través del sistema de impresión por demanda. La denominación “artesanal” tiene varias implicancias (políticas, en relación con el proceso industrial de fabricación de los libros, y hasta ecológicas). ¿Qué implica llevar adelante una editorial artesanal, ser un editor artesanal? 

E.S. Llevar adelante una pequeñísima, casi microscópica editorial artesanal y hogareña implica, antes que nada, la libertad y el control totales en el largo proceso de creación de cada libro. Y eso para mí es tan importante como gratificante en sí mismo. Por otro lado, lo artesanal liga de algún modo el trabajo manual y la reflexión sobre ese trabajo, reflexión que se extiende luego naturalmente tanto al proceso artístico (y digo proceso porque va desde el diseño y la maquetación hasta la escritura y la ilustración) como al objeto producido: el trabajo artesanal funciona, entonces, como un metalenguaje, como una praxis que se interroga a sí misma a cada momento. Lo artesanal tiene además ese lado punk de hacer lo que se quiere hacer con lo que se tiene, o con lo que se puede buscar o fabricar (resolver, en definitiva); desde lo ideológico, desde lo político de la edición, hay ideas motoras y principios que son generadores de energía pero también brújulas y compases de navegación, digamos, y que funcionan en diversos niveles, ya en el de las obras que se eligen para publicar, en el trato con los autores, en los puntos de venta donde se comercializan los libros, &c. La ecología, la sostenibilidad, el factor de crecimiento, por cierto, son también partes fundamentales de todo esto: ¿por qué seguir o replicar la lógica (o la falta de lógica, como diría Jason Epstein) del mercado cuando se tiene (o mejor dicho: cuando se puede crear, resolver) una modesta alternativa? ¿En qué se diferenciaría Barba de Abejas más allá de su catálogo, claro está, si imprimiera 500, 1000 ó 3000 ejemplares en una imprenta industrial y los hiciera llegar a todos lados, indiscriminadamente, mediante una distribuidora de libros? ¿Me interesa puntualmente, entonces, que la editorial se diferencie de manera orgánica, que no sea sólo una editorial sino más bien un proyecto de trabajo artístico-editorial personal? Creo que la respuesta es obvia. 

S.V. ¿Hay editoriales que consideres antecedentes para el surgimiento y el funcionamiento de tu editorial? ¿Podrías relatar la génesis de Barba de Abejas? 

E.S. Cada vez que me preguntan por la génesis de la editorial trato de remontarme un poco más en el tiempo, de precisar la historia editorial, así que en esta ocasión digamos que como idea Barba de Abejas surgió a fines de 2010, a mi regreso de la FIL de Guadalajara; estoy seguro de que fue durante el vuelo de regreso desde el Distrito Federal, cuando todavía estaba sobre suelo mexicano, que decidí que lo haría, que simplemente dedicaría la mayor parte del tiempo y energía a llevar adelante una pequeña editorial artesanal destinada, en principio, a publicar algunas traducciones que yo había estado haciendo una vez concluida la beca de investigación del Fondo Nacional de las Artes con la que había traducido la poesía de Herman Melville. Era todavía el verano austral cuando me puse a observar y estudiar los catálogos, las estrategias, las idiosincrasias, los tipos de manufactura, las formas de circulación, los problemas tanto resueltos como irresueltos, &c, de una buena cantidad de editoriales artesanales, tanto nacionales como extranjeras. Concluida la investigación, por así decir, pude decidir rápidamente varias cuestiones fundamentales y estructurales para el proyecto: no me interesaba la edición artesanal cartonera, porque me parecía que en su dinámica se descuidaba en cierta forma el libro como soporte (que es, justamente, lo que yo creo que el libro debe potenciar en este inicio todavía de la era del ebook). En el otro extremo estaban aquellas publicaciones de lujo, digamos, de encuadernadores grosos que hacen trabajos personalizados o tiradas de unos muy pocos ejemplares y le dedican muchísimo tiempo a cada pieza; este exceso de preciosismo y meticulosidad (papeles de guarda marmolados hechos a mano, cueros y repujados en dorado, técnicas de encuadernación casi medievales), que por otro lado hubiera hecho que los libros resultaran excesivamente costosos para el tipo de literatura que yo quería publicar, tampoco me interesaba (especialmente, claro, porque no soy un gran encuadernador ni me interesa estudiar esos conocimientos metódicamente, digamos, sino más bien darle cierta continuidad al formato que yo pude crear y continuar investigando y experimentando por mí cuenta en el taller cuando lo necesite o lo requiera algún proyecto). El punto medio que yo buscaba estaba más cerca de lo que hacen por acá editoriales como Colección Chapita, Funesiana, Mancha de Aceite, Gigante o Diatriba, por lo que Barba de Abejas se fue armando a partir de ahí y con una idea de catálogo que la distinga (la traducción poco a poco va creciendo dentro de la edición artesanal, es cierto, aunque en su mayoría todavía está abocada a la publicación de escritura argentina contemporánea), intentando darle una vuelta de tuerca personal a cada una de las cuestiones que debe afrontaba todo proyecto editorial (el orden del material en colecciones, el formato y diseño de los libros, los diferentes tipos de encuadernación, la ilustración y el arte de tapa, los diferentes circuitos de distribución y difusión, &c). 

S.V. Una pregunta conectada con la anterior: ¿pensás a Barba de Abejas como parte de un fenómeno editorial mayor que tiene lugar en la actualidad, o considerás que se trata de un proyecto más bien excéntrico en el panorama de la edición argentina? 

E.S. Yo creo que más allá de las particularidades de cada proyecto las editoriales artesanales conforman, al fin y al cabo, una constelación expansiva y cada vez más brillante que, por fortuna, tiende a volverse más habitable y heterogénea. Surgen proyectos nuevos todo el tiempo y en todos los lugares imaginables; esta bibliodiversidad está colaborando a pequeña escala y muy lentamente con la federalización de la literatura (en principio, de los mecanismos de publicación y difusión de la literatura), y pienso que este es un rol común y fundamental de todos los editores. Creo, por otro lado, en la coedición (mediante la cesión mutua de derechos de publicación de un libro –como espero poder hacer pronto con la enorme editorial Germinal de Costa Rica– o mediante el arreglo que les resultara conveniente a dos o más editores) como herramienta y como vehículo para crear y fortalecer lazos de trabajo y confianza entre editores y proyectos afines aunque distantes: ¿por qué enviar 10 ejemplares por correo a Chile o 25 a México (mera exportación) cuando un editor artesanal chileno o mexicano podría hacerlos él mismo en su propio taller (trabajo genuino)? En este sentido hablo de una constelación creciente, no sólo en lo que efectivamente está ocurriendo sino en lo que podría ocurrir en el futuro cercano si algunos de nosotros nos dedicamos a trabajar en eso. 

S.V. Al igual que los libros de otras editoriales artesanales –pienso en Eloísa Cartonera, Colección Chapita, la editorial paranaense Gigante, en la reciente Fadel & Fadel, entre otras–, los de Barba de Abejas no tienen ISBN (llevan la mención: “libro artesanal sin ISBN”). ¿Hay en ese gesto, en el escape del control bibliográfico, otra idea de la edición? ¿Por qué es necesario evitar esa referencia, entre otras? 

E.S. Para el libro artesanal el ISBN es, sencillamente, un problema en muchos aspectos y una ventaja (no exclusiva, por otra parte) en apenas un par de ellos: la búsqueda bibliográfica global y el registro de la obra: punto. Yo sabía que iba a publicar algunos libros (en principio los de Theodore Enslin, David Meltzer y Richard Brautigan) de los cuales no tendría legalmente los derechos (aunque sí algo de derecho) para hacerlo (y no necesariamente porque esos derechos fueran exorbitantemente costosos, sino sobre todo por lo engorroso del proceso y la forma de pago desde aquí); en este sentido, el ISBN hubiera sido casi una invitación ingenua al pleito. Por otro lado, me parece que el ISBN pertenece casi por completo a la dinámica del libro industrial o digital (pensar tan sólo en las ideas de international, standard o normalizado). Volviendo al estado de Jalisco, el ISBN en un libro artesanal me hace pensar en aquella vez que entré a una pequeña tienda de artesanías en Zapopan, en las pintorescas afueras de Guadalajara, donde un alfarero trabajaba parsimoniosamente en vivo y en directo, y al levantar una vasijita muy simpática y rústica había descubierto yo, al darle la vuelta, una etiqueta autoadhesiva con un código de barras… Así que me pareció que si algunos libros de Barba de Abejas no iban a tener ISBN, entonces ninguno lo tendría. Al fin y al cabo, el mundo del libro impreso tal y como yo lo pienso, o me interesa pensarlo, es lo suficientemente pequeño como para que quien esté interesado en determinado libro más tarde o más temprano acabe dando con él. Es muy probable que si alguien pregunta en la sucursal de Yenny de Comodoro Rivadavia por Autobiografía de uno que bosteza le digan que ese libro no existe, pero para cualquiera que escriba esas palabras en Google ese es (primera opción) el título de las memorias de Geronimo el apache, un libro editado por Barba de Abejas en agosto de 2014. Por otra parte, antes, cuando dije que creo tener “algo de derecho” para publicar un libro sin los derechos legales en el marco de un proyecto editorial artesanal, me refiero a que es algo que hago, evidentemente, a pequeñísima escala, sin ninguna clase de propaganda y, por lo tanto, sin un afán primordial o principal de lucro, sino antes bien literario, de difundir una obra y un autor tanto en el ámbito nuevo de la lengua a la que traduce la editorial como en su área de influencia geográfica. Es como la diferencia que hay entre la pesca de arrastre y la pesca con anzuelo. Y otra aclaración, aunque mucho más divertida: la fantasmática Cámara Argentina del Libro asegura, en su sitio web, con una prosa algo aterradora, que si un libro no tiene ISBN (y cito textual) “la gente asumirá sus libros no existen, e incluso si saben que existen, podrían considerar demasiada molestia el trabajo de encontrarlos, ya que tendrá que hacerlo utilizando los datos completos y con pedido manual”. 

S.V. Si se comparan los diferentes catálogos publicados, pueden advertirse cambios en Barba de Abejas. El formato de los libros se modificó –actualmente se ofrecen cuatro tipos diferentes de encuadernación–, aumentó el número de títulos y mejoró la distribución, gracias a la incorporación de nuevos puntos de venta. ¿Barba de Abejas avanza hacia una mayor “profesionalización”? ¿Establecerías diferentes etapas en tu editorial (desde el punto de vista de la manufactura y el diseño de los libros pero también desde los autores y títulos incluidos)? 

E.S. Hubo desde el comienzo una estrategia doble destinada a lograr cierta visibilidad y singularizar el proyecto editorial: publicar traducciones (nicho de mercado en la edición artesanal, aún en la actualidad) y dar a conocer los libros en encuadernación cartoné o tapa dura (escasísima para los estándares del libro industrial nacional). La idea era que una vez que los libros circularan bien, se empezaran a reimprimir y creciera el número de librerías que colaboraran con el proyecto se pasaría a la encuadernación rústica (que más allá de sus particularidades de diseño y agilidad para el correo postal se hace en menos tiempo del que llevaría encuadernar en cartoné): entonces los libros en cartoné y en encuadernación entelada se venderían (casi en exclusiva, y de hecho así ocurre) a través de la página de la editorial, especialmente durante la preventa de los nuevos títulos que van apareciendo. Yo había imaginado que ese momento llegaría hacia los 3 años y 20 títulos publicados, pero ocurrió al año y medio, y por eso a partir de los títulos #10 y #11 del catálogo (Caminos secundarios a pueblos lejanos de Matsuo Basho y Panorama de New Sharon, el segundo título traducido del poeta Theodore Enslin) aparecieron tanto las encuadernaciones rústicas como una encuadernación especial (el libro de Basho con tapas de madera de cedro laminada y un calado en tapa); eso, a su vez, adelantó para este año la aparición de la encuadernación entelada, que si bien quedó inaugurada con mi reedición de la traducción de la poesía de Herman Melville que Bajo la luna había publicado en 2008 (Lejos de tierra & otros poemas), vale por pedido para cualquier otro título del catálogo (a excepción de la colección /Fetiche, destinada a libros objeto con un tipo de encuadernación única para cada título que la integra). En el medio de todo esto apareció el providencial Matías Moscardi (Mar del Plata, 1983) con su maravillosa traducción de Kora in Hell de W.C. Williams, y eso no sólo produjo entusiasmo, claro, sino que me permitió también adelantar la apertura del proyecto a otros traductores y autores, tal como estaba previsto que ocurriera en algún momento. Con respecto a la “profesionalización”, si profesionalizar es hacer las cosas cada vez mejor (a fuerza de investigar y experimentar, o resolver, como dije antes) dentro de las posibilidades reales y de cierta evolución natural del proyecto, entonces sí (hay, de hecho, cosas que me gustaría poder hacer y que por el momento no puedo, como imprimir las tapas cartoné con una minerva, o concretar una máquina que vengo diseñando para perforar los cuadernillos de manera más ágil, o mantener una mayor fluidez con las librerías del interior y sumar algunas otras provincias a las que todavía no llegan los libros, &c). Ahora, si profesionalizar es “dar el salto”, como se suele decir, industrializar y aumentar las tiradas y la distribución, entonces no: bajo ningún punto de vista. Eso podría ocurrir, intuyo, con 1 ó 2 libros de Barba de Abejas si me lo pidiera algún editor amigo que creyera oportuno que ese o esos libros se hermanaran con otros de su catálogo, pero no con el proyecto editorial completo. Sería como meterlo en un cajón y enterrarlo vivo. 

S.V. El proyecto de Barba de Abejas estuvo, desde sus inicios, concentrado en tu figura. Vos asumís el rol de editor, de traductor e incluso de autor de la editorial. Se trata de un proyecto personal. No obstante, este año hubo un cambio en relación con este rasgo: publicaste a otros autores (Carlos Ríos, Jonás Gómez) y apareció otro traductor (Matías Moscardi). ¿Tiene que ver con darle una dirección diferente a tu proyecto? 

E.S. La posibilidad (y hasta la necesidad) de que el proyecto editorial personal (o de autor, en un sentido muy amplio del término) se abriera a otros estaba prevista, desde ya. Como dije antes, Matías Moscardi apareció en el momento justo en que a Barba de Abejas le venía muy bien abrir el catálogo no sólo a un libro como Kora en el infierno (inaugural de la colección /Ficción, además), sino sobre todo a un autor como él, con el que de inmediato nos pusimos a cranear algunos otros proyectos. Y esa fue la inercia que continuó después, este mismo año, con 2 títulos de la colección /Poesía contemporánea: Deserción en Ch’ongjin de Carlos Ríos y Calendario de siembra de Jonás Gómez. Creo que toda esta gente, todos estos amigos ya, y los que vendrán (hay traducciones previstas de Tom Maver, Gabriel Matelo y otra de Moscardi, y escritura contemporánea de Ana Porrúa, Moscardi otra vez y, ojalá sea posible también, Carlos Ríos otra vez), le van dando a Barba de Abejas la forma de camaradería coral que todo pequeño proyecto editorial implica en mi mente.

 

Traducciones y “monstruos lingüísticos” 

S.V. La mayor parte de las colecciones que aparecen en el catálogo –/Poesía bilingüe, /En viaje, /Ilustrados o /Fetiche– están conformadas por traducciones. Barba de Abejas es una editorial traductora. ¿Por qué privilegiar la traducción antes que la publicación de autores argentinos? 

E.S. Por varias razones: 1) Para mí el impulso de la traducción es natural en determinados casos; si bien leo en inglés, me sigo pensando básicamente como un lector en español, sobre todo a la hora de compartir (intervenida, o mediada) esa lectura; por eso cuando me encuentro con un libro en inglés que me pega de algún modo, me emociona o como se quiera verlo, lo pienso de inmediato en español. Exactamente eso ocurrió, por poner un caso, con Tortugas en la bahía de D.H. Lawrence. Mientras leía esos 2 libritos de poemas (Tortoises y Bay, obras independientes que yo decidí reunir en un volumen) me puse a investigar, descubrí que estaban inéditos en español y entonces la lectura se transformó en relectura, traducción y anotación. No siempre ocurre, claro, pero cuando ocurre (cuando en determinado momento de la lectura empiezo a pensar como un editor, digamos) me surge la necesidad de ordenar todo ese material (los poemas, las traducciones o versiones, las notas, la idea de un prólogo, incluso las ilustraciones que voy haciendo) en una nueva obra, y eso me lleva necesariamente a pensar en un nuevo libro. 2) Para 2010 había acumulado una media docena de traducciones de este tipo, libros que entonces no parecían tener un horizonte de publicación más o menos inmediato y que yo creí entonces (en el avión mexicano) que acaso podrían ser buenas piedras basales de algo más grande: el catálogo de un proyecto editorial, en cierta forma. 3) Como ya dije, la mayoría de las editoriales artesanales nacionales estaban (y están todavía) abocadas a la publicación de escritura argentina contemporánea, así que ahí detecté ese nicho de mercado del que hablé antes (por esta misma razón, pero a la inversa, la colección /Poesía contemporánea de Barba de Abejas es muy modesta y de crecimiento sumamente lento). 4) Otro punto importante era que yo quería que la editorial fuera modestamente redituable, y en este sentido un libro inédito en español de Henry David Thoreau te permite atraer un poco más la atención, y si junto a ese libro hay otro de Richard Brautigan con poemas/sobres que contienen semillas de árboles, frutas y hortalizas y dibujos originales a la acuarela, pues más todavía; esa clase de atención genuina lograda hacia el catálogo de la editorial (y digo genuina porque no tiene nada que ver con la propaganda o la pesca editorial de arrastre) hace que sea natural que alguien curioso llegue a poetas desconocidos en el ámbito de nuestra lengua, como Enslin, Meltzer o los próximos Everett Ruess, Philip Whalen o Galway Kinnell; por último (aunque afortunadamente el sentido de estos movimientos es siempre impredecible), quien haya hecho esas lecturas y confíe en el trabajo de la editorial, en el espíritu del catálogo, acaso tenga entonces una razón más para leer el resto del material (insisto: o viceversa). Y otra aclaración necesaria: cuando digo que yo quería que la editorial fuera redituable me refiero a que el proyecto editorial, en términos monetarios, me permitiera –como de hecho me permite– hacer de cuenta que seguía trabajando full time como profesor de literatura de la escuela secundaria. La verdad es que no tengo un horizonte de crecimiento sumamente alejado de algo como eso, lo cual me permite mantenerme a gusto en el reino de la microscopía editorial ralentizada algo punk. 

S.V. Al repasar las traducciones publicadas por Barba de Abejas, se comprueba rápidamente que el inglés es la lengua central. Incluso autores que escribieron en otras lenguas –como Basho o Hoffmann– aparecen en traducciones indirectas, es decir, son traducidos a partir de la versión inglesa. Por otro lado, en el catálogo de la editorial el inglés representa, fundamentalmente, a la literatura norteamericana. Esta literatura cuenta con una importante tradición de traducción en nuestro país. ¿Cuál es –o sigue siendo– el valor de la literatura norteamericana para los escritores y lectores argentinos? ¿Por qué le interesa a Barba de Abejas la literatura norteamericana? 

E.S. Dado que el inglés es la única lengua que he estudiado y fortalecido no sólo con la lectura sino con el rock y el cine (todos ejercicios igualmente importantes para mí), además del español, es natural esta especie de fuerza gravitatoria que ejerce tanto en mis lecturas como, entonces, en el catálogo de Barba de Abejas. Ahora, con respecto a la traducción de una traducción, ese es un monstruo del que muchos suelen abjurar; no es mi caso, claro está, y menos cuando hay razones que saluden o inviten a esa monstruosidad, o a la empresa monstruosa. En el caso de Oku no Hosomichi de Basho mi versión está hecha a partir de la traducción al inglés (Back Roads to Far Towns) de Kamaike Susumu y Cid Corman (gran poeta, amigo personal de Theodore Enslin y editor artesanal, además); el texto de Cid me parecía mucho más legible, interesante y hasta cercano a mi idea del original japonés que la conocida versión de Octavio Paz y Eikichi Hayashiya, por lo que, sin más, me propuse hacerlo (¿por-qué-no?), y hasta ilustrarlo con dibujos de estilo sumi-e a partir de la súbita inspiración provocada por la mano del ilustrador de la versión de Cid: el maestro Hayakawa Ikutada. El caso de Der Struwwelpeter de Heinrich Hoffmann, por otra parte, resultó igualmente atractivo: ¿por qué traducir del original en alemán cuando nada menos que Mark Twain se había tomado el trabajo de hacer una brillante reescritura en inglés rimado (de la que no existía traducción al español) para sus hijas, estando además en Alemania? En lo estrictamente personal, preferí este monstruo antes que una versión directa a partir del original alemán (texto que, aún así y para quien pudiera estar interesado, figura impreso junto a las versiones de Twain y mía). Con respecto a la literatura norteamericana, mi interés por ciertos asuntos me convierte desde que recuerdo en un admirador confeso de casi todo cuanto se produjo ya en el núcleo, ya en la órbita del así llamado American Renaissance, o New England Renaissance: Henry David Thoreau, Herman Melville y Emily Dickinson por sobre todo. 

S.V. ¿Está en tus planes incorporar traducciones desde otras lenguas en el catálogo? ¿Hay otras literaturas extranjeras, o al menos autores que escriben en otras lenguas, que te interesaría incluir? 

E.S. Esta me parece la pregunta indicada para hacer la siguiente aclaración, que además tiene que ver con aquello de que Barba de Abejas es, sobre todo, un proyecto de trabajo artístico-editorial personal. Cuando digo que el impulso de la traducción me resulta natural en determinados casos me refiero también a que está implícita la idea de involucrarme directamente en esa obra nueva (la traducción) para continuar dándole forma así a un nuevo proyecto (el libro), que de alguna manera es para entonces ya muy personal y que por lo tanto yo no puedo simplemente delegar en alguien por el sólo hecho de no disponer de los conocimientos de la lengua de origen de la obra (como en el caso del japonés imperial de Basho o del alemán de Heinrich Hoffmann). Hay ciertos libros en los que quiero intervenir, incluso a costa de volverlos (más) monstruosos. En este sentido, hay uno que es muy especial para mí, Voyage autour de ma chambre de Xavier de Maistre (una especie de Thoreau francés citadino), cuya traducción planeo hacer en este caso con ayuda de mi madre, que posee los conocimientos necesarios de ese idioma como para intentar semejante empresa. Si eso resulta, tengo en mente otras 3 ó 4 obritas del francés que podrían darle continuidad a esa labor (Ponge y Perec, sobre todo). Con respecto a otros idiomas, o incluso libros, vale lo anterior: me temo que me inclinaré por los monstruos lingüísticos en tanto no se trate de la persona indicada con un proyecto que a mí interese también (su proyecto). 

S.V. Como  traductor  de  casi  la  mayoría  de  los  autores publicados por Barba de Abejas –Melville, Meltzer, Lawrence, Hawthorne, Thoreau, Emerson, Enslin, entre otros–, ¿tenés una poética de la traducción elaborada, o al menos ciertas pautas personales que guían tu trabajo? 

E.S. La pauta de trabajo es siempre la misma: una lectura (durante la que ocurre, o no, el chasquido que implica dejar de leer como un mero lector para empezar a leer e imaginar como un editor), una relectura con notas (y dibujos, a veces), una primera versión horrible hecha a toda velocidad y después una docena de otras relecturas y reversiones hasta obtener lo que yo creo que es una primera traducción bastante decente. Con respecto a la poética, y si es verdad aquello de que la traducción es la expresión más íntima de la relación entre dos idiomas (a lo que yo agregaría también la relación entre dos autores en determinado momento), me gusta trabajar atendiendo a las diversas capas y fases de esa intimidad (que implica necesariamente acercamientos y alejamientos, comuniones y extrañamientos, &c) que se genera entre la obra que yo voy leyendo y la otra obra que voy escribiendo. Aún así, habiendo traducido ya a varios escritores de tiempos y lugares diferentes y distantes, siempre me asalta la inquietud y hasta el temor de pensar que todas mis traducciones suenan como las obras de un único escritor desconocido, más o menos atemporal y aterritorial: ¿los diarios de Basho parecen escritos en la oscuridad de una cabaña en los luminosos bosques de Walden? ¿Los poemas náuticos de Melville fueron tipiados a toda velocidad mientras Neal Cassady dirigía un humeante viaje de marihuana hacia la costa oeste? ¿Theodore Enslin me está hablando a mí desde los bosques de Maine con el eco de una voz que no es la suya? Ese sería un escritor monstruoso, por cierto, y con una barba de abejas, además.

 

(Actualización marzo - abril 2015/ BazarAmericano)

 




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646