diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Colaboran en este número

Osvaldo Aguirre
/  Carlos Ríos

Ana Porrúa
/  Carlos Battilana

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Antonio Carlos Santos
/  Julio Schvartzman

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Julieta Novelli
/  María Eugenia López

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Curador de Galerías

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Diseño

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¿Qué somos, Anita, qué fuimos?
A propósito de Lo que sabemos y lo que somos y de leer y escribir mientras el virus acecha
Lo que sabemos y lo que somos. Un festejo de la vida y la literatura de Paco Ignacio Taibo II, de Kike Ferrari (antologador), Buenos Aires, Punto de Encuentro, 2019.

Hoy estuve todo el día leyendo y no estoy teniendo tiempo de leer nada”. Esa frase aparece al principio, mediando o sobre el cierre de cualquier charla a distancia que estoy teniendo en estos días. Gran parte de mi trabajo está vinculada a la labor docente en distintos niveles y espacios, que a veces exigen una demanda de lectura (la llamamos “corrección”) que puede llevar muchas horas. El otro leer: ese suspenderse del universo para entrar, con o sin lápiz en mano, al vínculo extraordinario que se da entre lector/a y literatura.

El aislamiento obligatorio que estamos transitando dejó momentáneamente sin sentido parámetros que otrora fueron nuestros ejes de contención indiscutibles: el tiempo y el espacio. Noción rara la de “después”. La usamos en el cotidiano porque nos hacemos los distraídos, tal vez por temor, tal vez por dolor, a la falta de referente. ¿Después de qué? ¿Después del pico? ¿De la ola? ¿Del capitalismo? ¿De la vacuna? ¿Del invierno? ¿Del fin del mundo? “Después” viene ligado a otro término desreferencializado por la pandemia: “normalidad”. Entonces escuchamos (y decimos): “hagamos esto así y después, cuando volvamos a la normalidad…” Y nos corre un frío por la espalda pero lo disimulamos, total no se nota la perturbación en la imagen intermitente que ofrecemos por meet.

Para quienes trabajamos en casa, todos los espacios se reducen ahora a uno, y a las y los que estábamos acostumbrados a ir de un lado para el otro, a que cada lugar tuviera sus ruidos y olores, su gente simpática o no tanto, esto nos resulta extraño. Algunas veces, amable; otras, enloquecedor.

Pero en esta línea temporo-espacial en que todo es un continuum con forma de galaxia espiralada vemos que leer y leer, que escribir y escribir se parecen, o la actitud material plantada frente a los textos se parece: misma silla, misma posición, misma taza de té.

Entre las clases que doy están mis horas en nivel secundario. En esos espacios mi tarea es acercar a grupos de adolescentes a la lectura de literatura. Este año no alcancé a conocerlos personalmente y hasta esta semana (última de abril), en la que la institución autorizó canales para encuentros virtuales, no les había visto las caras jamás. Solo podíamos comunicarnos por mail. Es decir: nos conocimos leyéndonos. “No acostumbro a contar cosas sobre mí, pero lo tomo como algo nuevo” dice una alumna después de escribir sus relatos propios sobre la vida en cuarentena.

El 20 de marzo funciona en nuestro calendario como un punto de articulación entre dos mundos que están aprendiendo a conectarse. Si lo hubiera sabido, hubiera ido a más recitales. Nadie nos avisó y, sin embargo, nos instalamos pronto en esta nueva gama de miedos y costumbres. Por eso las cosas que pasaron antes, en esa otra vida que añoramos, parecen lejanas, huidizas, un mismo pasado junto a cualquier recuerdo del siglo XX.

Un mes antes de que la otra vida acabara, en un encuentro que algunos problemas de tránsito nos obligó a reprogramar, que primero quiso ser en la boca de la estación Catedral del subte D, pero finalmente se concretó en unos diez minutos de charla en una vereda de Palermo (tan llena de gente, tan lejos de casa), allá por fines de febrero, decía, recibí en mis manos un libro que me dio mucha curiosidad: Lo que sabemos, lo que somos. Comencé a leerlo ese día en el viaje de vuelta y luego lo dejé por otras lecturas laborales. Volvió a mis manos cuando la nueva vida en cuarentena empezaba a mostrar sus usos y costumbres.

Lo que sabemos, lo que somos es una antología de textos en torno a la obra de Paco Taibo II, una suerte de homenaje en vida. El compilador, Kike Ferrari, explicita en el prólogo el sentido de este libro: “huir de la lógica necrológica de los tributos post mortem” y también la necesidad de hacer estos homenajes “cuando la reacción –llamalos gusanos, gorilas, escualos, fachas, fifís-los atacan”.

No conozco en profundidad la obra literaria de Paco Taibo II. Lo conozco, sí, por su participación en el mundo editorial y su figura dentro de la expresión cultural latinoamericana. Pero toco bastante de oído al hablar de sus zagas y novelas. Entro en el libro igual, y lo recorro con avidez, primero de manera desordenada y después recuperando los relatos que han quedado en el medio. Leo con ritmo desparejo y en ida y vuelta con las otras lecturas, con esos otros textos de mis estudiantes que en la bandeja del correo electrónico se reproducen como dicen que hacen los conejos.

Todo el libro es un gran diálogo en torno a los personajes y las historias de Taibo. Para muchas y muchos lectores será un punto de partida para meterse en las novelas del autor. En otros casos, cuando se trate de lectores que conozcan bien su obra, será como hacer una parada en el camino y meterse en un bar en el que todo el mundo sabe tu nombre. Una reunión de amigos (en la otra vida). Un encuentro mediado de admiradores de Paco.

La empresa de Ferrari fue un desafío: treinta textos de treinta autores. Una imagina detrás del libro ya constituido los distintos momentos de su proceso, desde que fue una idea hasta que fue, sin más. Hasta que existió. Dan cuenta del trabajo algunos diálogos internos como el que se lee entre la PD del texto de Jorge Belarmino Fernández: “mandate mudar, Kike, metiéndome en este enredo, jeje” y la respuesta a ese saludo en el final de la presentación con la que el compilador introduce al autor: “Mandate a mudar, Belar, por hacerme insistir tanto, jeje”. El mismo Ferrari, cuyo relato propone como un “curso de taibolerismo para principiantes”, ironiza respecto de su pedido a las y los autores cuando pretende que el jefe José Daniel Fierro también debe lidiar con el trabajo: “Antes de sentarte ante la pantalla vas hasta el tocadiscos y buscas entre tus vinilos ¿Cuál es la banda de sonido que te va a permitir construir este personaje desmesurado que vienes intentando hace meses, desde que el pinche argentino te vino con el asunto del homenaje?”

La empresa de Ferrari, entonces, fue porfiada, y así logró reunir todos esos hombres y mujeres que ofrecieron sus textos para el festejo: Ezra Alcazar, Diego Ameixeiras, Raúl Argemí, Bruno Arpaia, Elia Barceló, Jorge Belarmino Fernández, Juan Ramón Biedma, Pino Cacucci, Imanol Caneyada, Juan Carrá, Marc Cooper, Bernardo Fernández (BEF), Kike Ferrari, Fritz Glockner, Fermín Goñi, Francisco Haghenbeck, Lorenzo Lunar, Rafael Marín, Andreu Martín, Alfonso Mateo-Sagasta, Nahum Montt, Rebeca Murga, Guillermo Orsi, Rodolfo Pérez Valero, Elena Poniatowska, Alexis Ravelo, Sébastien Rutés, Carlos Salem, Juan Sasturain, Gabriel Trujillo Muñoz.

Leo el índice y algunas presentaciones, tal vez algún relato y vuelvo al otro leer y me encuentro con un alumno que se declara fan de Harry Potter. Pienso que podríamos estar leyendo a Paco Taibo: a los jóvenes, la novela negra siempre les encanta.

Retomo la antología y voy descubriendo que es también una galería de géneros. En muchos casos, se ha optado por hacer de Taibo un personaje, parecido pero no tanto a los propios: “Déjenme que les diga que es absolutamente inaudito en la novela negra que el detective privado tenga un yerno”. Paco puede ser un personaje narrado por José Daniel Fierro, y también puede encontrarse con los de Raymond Chandler. En un todo al estilo “Continuidad de los parques” las lógicas ficción y realidad diluyen sus límites. En otros relatos se propone la continuación de un libro (como es el caso de “El principio de la incertidumbre). Las historias, los personajes y sus modos se reencuentran en nuevas narraciones, a veces tomando formas audaces, como las cartas (escritas por Juan Carrá) que Fierro manda a Ana cuando viene a Buenos Aires a investigar la muerte de El Albino. También hay crónicas de los pasos de Taibo por los momentos políticos de México, y testimonios, que dan cuenta de su obra política y cultural y lo pintan con insistencia en su intimidad como fumador de tabaco negro y bebedor de Coca Cola. En estas múltiples formas de narrar una vida hay una invariable: es un libro de amor hacia Taibo, de respeto y admiración hacia su obra y persona. Estas valoraciones trascienden la figura homenajeada y se plantean como principios generales del trabajo con la palabra: “…la clave de un buen discurso es contar lo que se cree y lo que se ve”.

El español mexicano, sus giros y formas, son la red del lenguaje en la que se tejen estas historias. Hablar de Paco Taibo II es también reconstruir una historia cultural y política, es reflexionar acerca de qué entendemos respecto de la producción con la palabra y cómo pensamos su vínculo con el mundo. De algún modo este libro es el manifiesto de un liderazgo que entiende a la escritura y la edición como artefactos para la construcción social.

Es un libro perfecto para la cuarentena, pienso. Tengo suerte por haberlo empezado en tránsito inconsciente entre la otra vida y esta. Suerte de que no me demande regularidad, ni orden ni parsimonia. Que me permita entrar y salir, reconstruirlo. Que me entusiasme y me apure a la búsqueda de esos títulos de un autor largamente postergados en mi biblioteca personal. Una nueva y alentadora configuración del “después”. Qué bueno que me permite ir y venir entre todas mis lecturas sin ser esclava de señaladores ni culpas. Sentada en la misma silla y con dinámica de vía láctea leo por momentos los textos de mis estudiantes y en otros el homenaje en vida a Paco Taibo II. La palabra como mediación, en los dos casos, como mano que se tiende, como tránsito entre las y los lectores y la literatura. Ferrari y sus colegas tienen también un gesto docente. Yo me dejo llevar, agradecida, por sus lecturas.

 

(Actualización mayo-junio 2020/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646