PRESENCIA DEL SECRETO
(1987)
Donde no hay dioses reinan los fantasmas.
Novalis
1
Sabemos que los dioses no existen, pero viven en el hombre para transmitir el secreto. Al hombre que no lo vive un dios, lo recorre un fantasma.
2
El que ha llegado a descubrir el secreto no puede comunicarlo a nadie de inmediato: su sorpresa sobrepasa toda expresión a través de la palabra. De modo que el secreto buscado intensifica su ocultamiento al revelarse, hasta tanto la meditación en torno a su presencia se haga digna de expresarlo indirectamente, para que no deje de ser un secreto.
3
Desde lo más profundo de nuestro ser, podemos llegar a sentir la obligación de expresar la experiencia del secreto. Cuando la trascendencia del mismo es para nosotros absoluta, como la obligación o la libertad de expresarlo o no, la dificultad o la imposibilidad de hacerlo puede significar la desesperanza y el temor o el deseo de la muerte. El convencimiento de que su logro no se puede realizar a solas requiere compañía, porque es insuficiente sin el visto bueno o malo de la sociedad, absorbente o refractario, invirtiendo a veces los valores, rechazando con indiferencia o fanatismo lo que después aceptará como mito.
4
El secreto se mantiene con la palabra a través de los cuerpos, sin la intervención de éstos. La intervención de los cuerpos elimina el secreto y queda la materia, que no sostiene ningún secreto. ¿Pero cómo mantener el secreto con la palabra a través de los cuerpos sin la intervención de éstos? Los cuerpos viven acompañando al secreto sin nombrarlo. Tomemos como ejemplo el bosque que oculta una mujer. El que está seguro que ese bosque oculta una mujer, está en poder del secreto. Todos los árboles de ese bosque están para ocultarla, para que nadie jamás la vea, porque descubierta pierde el secreto y se convierte en cuerpo, como los árboles en celulosa y no en cofre del secreto. Sólo a la palabra le está dado sostener ese secreto embellecido por la luna y el sol, las nubes y las estrellas, porque ese bosque guarda una forma perfecta. Entonces, no nos cabe la menor duda de que el sistema solar en que vivimos y la galaxia que nos contiene en el universo, están justificados por el sueño del secreto que atesora el bosque.
9
Por negarse a revelar el secreto, fue condenado a trabajos forzados en la fábrica de balas de cañón de un país despótico y guerrero. Transportaba la carcasa de una granada 15,5 cuando lo paró el déspota que estaba a cargo de hacer cumplir las condenas. Tuvo que explicarle que llevaba esa pieza al taller de revisión para calibrarla y medir su volumen. No era verdad: dentro de la granada él puso su secreto, que era de paz. Cuando en una prueba su bala no explotó, la desenterraron y nadie se animó a desenroscarle la espoleta para saber porqué no había estallado. Lo hizo el tirano, cuya valentía carecía de secretos. Tampoco nadie más que él se animó a realizar una conexión bajo el agua, y nunca se supo quién dio corriente. Lo sacaron del agua encogido y negro, como un objeto humano cuya edad antropológica habría que analizar.
10
Inventaba y vendía secretos cada vez más caros y peligrosos. Cuando salió en su coche para ir a patentar el último, le cerraron el paso en una esquina, lo tuvieron que golpear al resistirse, y lo secuestraron. Sus captores no se conformaron con participar en algunos de sus inventos; querían tener la clave y explotación de todos ellos. No contaron con la reacción de los que se beneficiaban con el ingenio del inventor, quienes hicieron pública de inmediato la gravedad del secuestro. Tanto el inventor como los beneficiarios y captores, formaban una sociedad secreta con beneficios monstruosos que se hundían en la delincuencia. El ingenio en este caso producía un secreto social nefasto, que no podía ser controlado en su totalidad y menos aún eliminando a su inventor, por más que éste amenazase con denunciar a los implicados en su secuestro, porque todos eran cómplices de algún oculto delito.
11
El primer secreto atendido por el hombre adolescente, fue la voz del trueno. ¿Qué le decía esa voz retumbando entre las nubes después de los relámpagos? Era mejor si la escuchaba lejos de la tribu, para captar así profundamente lo que le decía. Las nubes que cubrían el cielo eran el escenario de ese espectáculo magnífico que precede como una profecía a la tormenta, reuniendo a la tribu en la gruta junto al fuego. El mago o brujo, sabía que el dios estaba presente en la naturaleza cargada de electricidad o diáfana, velando o transparentando el secreto.
12
En aquel tiempo sospechábamos que el secreto estaba al otro lado del río. Bastaba entonces cruzar el agua, subir la barranca y avanzar hasta alcanzarlo. Pero no era conveniente, porque también existía el peligro de que eso eliminara el secreto, cuya presencia ausente necesitábamos. Así que por el temor a tentarnos con la facilidad de poseerlo, retrocedimos en la llanura hasta los cerros precordilleranos y armamos allí nuestras carpas, solamente para subir al cerro próximo más alto a la hora del crepúsculo, y recibir por detrás de los Andes los resplandores del sol reflejándose en el Pacífico, allá por donde las enigmáticas cabezas de piedra de la Isla de Pascua sueñan con el secreto.
13
El verdadero valor del secreto, como lo hemos visto en la mujer del bosque, está relacionado con la armonía del universo que nos contiene y penetra. A su vez nosotros radiamos lo recibido como cuerpo salido de mujer hacia la sociedad que nos recibe o rechaza, exigiendo que nuestro ser cumpla su función compensadora, desentrañando y transmitiendo el secreto.
Rosario, 1983 |